22 de julio, 2023
Por: Milagros Tairó Medina
El bicentenario de la independencia nacional llegó en un contexto difícil provocado por la pandemia y distintas crisis, entre ellas, la corrupción, la carencia de valores ciudadanos, la mala política que ha marcado una mayor polarización de nuestra sociedad. “En este grave contexto es importante recordar que somos un país grande no solo por su extensión territorial, sino también por su tradición, por una rica cultura material e inmaterial, su diversidad que bien podría hacer palidecer a cualquier país del mundo”, señaló la historiadora Cecilia Bákula.
La investigadora brindó la conferencia “Reflexiones sobre el Bicentenario”, organizada por la Universidad Católica San Pablo (UCSP) como evento central por los 200 años de la independencia nacional. Esta actividad forma parte de un programa anual que la San Pablo está desarrollando por esta fecha especial, a través de su Comisión Bicentenario.
“El estar en medio de un túnel nos puede hacer caer en la tentación apocalíptica que toda nuestra historia ha sido así y eso no es cierto. Pareciera que como en estos últimos meses estamos viviendo una agonía de división, toda nuestra vida republicana fue así y eso no es cierto. La república se construyó sobre el sueño fundacional de unos, no importa si fueron todos o pocos. Nuestra historia está hecha de fracasos, pero también de éxitos, de villanos, pero también de héroes y personajes que dieron su vida por el Perú”, aclaró.
La ponente fue crítica al expresar que el bicentenario se ha reducido a una celebración plástica. Consideró que ha faltado el liderazgo o una mente, sobre todo en el sector público, capaz de entender que reflexionar en estos 200 años de historia hubiese sido un trampolín ideal para comprender al Perú como un todo diverso, pluricultural y pluriracial para llegar al consenso nacional de que si nos conocemos, nos respetamos y podemos caminar hacia adelante.
Esta situación no es de ahora, sino que en los últimos 15 años se nos ha hecho creer que el conocer nuestra historia es innecesario. “No podemos permitir que nos quiten la ilusión de ser constructores de nuestra historia, aún en este momento de crisis política, institucional y de valores; los peruanos tenemos y queremos participar”, sentenció.
Para la investigadora, ahora “nos apabullan, nos atarantan con el hecho de que no tenemos derecho a un mejor futuro porque no tenemos un buen pasado”. Ese criterio —señaló— es falso y lo calificó como una nueva colonización de mente más fuerte que la territorial que se dio con la llegada de los españoles.
“Nada debe opacar el derecho que tenemos al orgullo de ser lo que somos. El sueño fundacional es de todos y cada uno de los peruanos, la esperanza de hacer las cosas mejor. Tenemos que defender el derecho a la historia que tenemos. Nos van a colonizar la mente, no nos dejemos opacar por ello. Hoy el Perú está quebrado, dividido, pero ¿quién no puede levantarse después de una fractura? Toda crisis es una posibilidad”, sentenció.
La ponente calificó como una tragedia que la currícula educativa nacional haya eliminado cursos claves como los de Historia, Geografía o Cívica, que son claves para el conocimiento y amor a nuestra patria.
La historiadora se mostró contraria a la postura que indica que la independencia nos fue concedida como si hubiese sido un regalo. Aclaró que el peruano de entonces participó en este proceso que contó con el apoyo de países vecinos. Para 1810, once años antes de la declaratoria de la independencia por parte de don José de San Martín, en el Perú ya había una idea que nos reconocía diferentes a España, una postura separatista que promovía un gobierno propio.
Mucho antes, el médico y científico Hipólito Unanue escribió el texto “Idea general del Perú”. Allí, pese a su apoyo a la monarquía española, planteó una reflexión sobre la realidad de Perú, su riqueza, diversidad, problemas, necesidades y potencialidades. Este texto puede considerarse como el inicio de la idea emancipadora porque a partir de él, un sector de la población empieza reconocerse distinta a España, que aunque nos consideraba “la niña de sus ojos”, no permitía ninguna oxigenación.
El 28 de julio de 1821 lo que se declara es una libertad de vientre, es decir que no nacerán más esclavos en un territorio libre. Se dio la separación jurídica de España. Eso implicó el fin a un sistema político y social. Se puso al Perú en manos de su gente.
A partir de ese momento, refiere, el Perú habla en nombre propio y ya no mediante España. Comienza a dialogar de igual a igual con los otros Estados. Se afianza la esperanza de un mundo mejor y el derecho de los nacidos en esta tierra a gobernarse que significa también intentar y fracasar constantemente como ha pasado en estos 200 años, que en historia es poco tiempo.
“No es un demérito haber sido importantes para España o que aquí se concentraran las fuerzas del rey y virrey para defender el tesoro que significamos. Debemos entender que somos herederos de esa cultura también. Somos fruto de una mezcla de culturas y razas”, aclaró en respuesta a quienes plantean una visión de la historia ignorando, tergiversando o rechazando la época virreinal.
Recordó que en Perú se selló la independencia de nuestro país y toda América del Sur, el 9 de diciembre de 1824. Por ello propuso que en estos tres años que quedan para celebrar el bicentenario de la batalla de Ayacucho trabajemos en un conocimiento real de la historia, no ahogándonos en detalles, sino aprendiendo, para que conociendo el pasado, tomando lo mejor de él, miremos con esperanza el futuro.
En otro momento de su ponencia, la extitular del Instituto Nacional de Cultura —ahora Ministerio— indicó que toda esta reflexión nos tiene que llevar a luchar contra la crisis de valores que hay en el país. “Podemos tener ciudadanos sanos, pero qué hacemos si no tienen conciencia, para eso tenemos que conocernos sin obviar lo que no nos gusta de nuestra historia, para reflexionar y actuar”.
En su análisis, la fragmentación que vemos hoy en el país es porque no nos reconocemos como uno y no nos queremos ver en el otro. Enfatizó en que la crisis de valores no tiene que ver con un grupo. Es una realidad colectiva en la individualidad. “No puedo exigir lo que no soy. La responsabilidad de construir la Patria y defender al Estado es de todos. Todos somos los responsables”, finalizó.
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