09 de agosto, 2023
Foto: Internet
El domingo celebramos el Día del Padre. La reflexión que amerita esta fecha me encuentra esta vez con ideas y sentimientos varios. Se me ocurre empezar evocando la figura del joven, hombre, cuando se hace padre. Cuando pasa de engendrar a criar en los primeros años; cuando entra a formar y disciplinar en la niñez; cuando se enfoca en encauzar y orientar en la adolescencia; cuando se aviene aconsejar y acompañar en la juventud y, finalmente termina contemplando, subido en la gradería de la madurez, el arribo a la meta de su retoño, su hijita, su joven pupilo, su hija preciosa, su flaco ya “casi profesional”, su recién graduada con “toga y birrete”.
Sembrador de semilla que se echa una responsabilidad encima, que cuida y no abandona hasta que la semilla se convierte en fruto, cosecha, logro, sueño alcanzado. Tal es el rol del padre, desde los tiempos de nuestros abuelos hasta hoy, guardando los matices, acentos, modalidades, recursos, hasta que la cosecha está madura y lista para salir al…mundo.
Tal es el rol de padre, del papá, del viejo, del papi, mi cocho,.. mi papá. El estilo de paternidad que en las décadas pasadas “sacaba” recios hijos, seres de provecho, trabajadores y derechos, y las hijas, unas señoritas de su casa, decentes y virtuosas. Lo hacía, acompañado de esa madre, la mamá, el equipo ideal. Sin más preparación que esa que se ha dado en llamar instinto paterno natural. Sin capacitaciones, escuelas de padres, cursos, seminarios ni nada, bien premunidos de los valores que recibieron de los abuelos y de lo que manda la ley de Dios en sus Diez Mandamientos. Basados en un marco filosófico familiar medio heredado y ajustado con propias posturas que la experiencia de hijos les había enseñado.
La humanidad necesita padres, papás, viejos, de esos que llenan la boca de sus hijos cuando los aluden. Señor, le presento a mi padre, con el gerente – Alberto, te presento a mi viejo – en la confianza – Vecino, este es mi papá- en el nuevo vecindario; cuatro o cinco letras que hacen una palabra, título, concepto, rango, proclama, argumento total: PAPÁ, un vocablo que se dice a boca llena, plenos los pulmones, alzado el pecho, directa la mirada, con aplomo, y serena contundencia.
Necesitamos papás de ese modelo, aunque no sean de ese año. Papás que han conquistado el cariño y respeto de sus hijos desde niños y para siempre. Papás que son un referente, papás que no ostentan más conocimientos que sus exitosos hijos, pero que se han doctorado en sabiduría, en filosofía para la vida.
La humanidad necesita padres de verdad y usted puede y debe ser uno de esos, se lo debe a los hijos que puso en el mundo. La receta es de siempre, añeja: Escuche a sus hijos, trate de entenderlos, póngase en su lugar, deje los sermones largos y regale testimonio. Defienda la verdad con pasión y serenidad, sin agresión ni insulto, vuele cometas con él, enséñele a ella a montar bicicleta hasta que vaya sola sin las rueditas laterales y celébrelo, enséñele a nadar “perrito” a él y festeje sus tres primeros metros, juzgue el error pero no condene a la hija, prometa mesuradamente y cumpla lo que les promete; no los deje esperando, si quedó en recogerlos, vaya a verla jugar y hágale barra, sea su utilero, no vea la tele mientras le cuentan su hazaña del día….y dígales te quiero.
No se deje reemplazar por la modernidad y el afán de comprarles cosas, llevarlos de viaje, les va a gustar, pero no lo necesitan tanto. Sí necesitan exigencia y control cariño. Esas tres palabras: Exigencia para que sientan que es el papá formador, el control, para que lo tomen en serio y cumplan su exigencia y cariño para que sepan que los quiere y se sientan queridos, importantes. Sus hijos son su empresa, el negocio de su vida, sus artistas preferidos, sus retos más grandes. Papá, sus hijos están esperando que los prepare para conquistar la felicidad, no para que sean millonarios. Si lo logra le dirán papá con todo su ser y usted habrá hecho un bien a la humanidad.
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