14 de septiembre, 2023
Imagen: Internet.
Por: Clarita Salazar Cristóbal, psicóloga por la Universidad Católica San Pablo (UCSP), especialista en Psicología Ocupacional y Organizaciones, jefe de prácticas en la Escuela de Psicología de la UCSP.
Es probable que en más de una oportunidad hayamos dicho: “Estoy cansado de mi trabajo”. Los “pendientes”, los objetivos a alcanzar, las reuniones, un correo o la simple monotonía de la rutina de nuestra labor, nos lleva a una saturación mental que hace esperar con ansias cada oportunidad de descanso; e irónicamente después es imposible desconectarse y dejar de pensar en el trabajo.
Quizá en algún momento, se haya encontrado con la incapacidad de dormir porque a pesar de estar muy agotado, su mente aún seguía funcionando y enumerando posibles pendientes para el mañana. Si su identificación con este párrafo ha sido exitosa, existe la posibilidad de que haya estado fatigado mentalmente.
El concepto de fatiga coloquialmente está ligado al aspecto físico-corporal, este estado puede ser generado por la ausencia de sueño. Generalmente, existen diversas estrategias para prevenir la fatiga, como por ejemplo una buena alimentación y descanso.
Por otro lado, y menos analizada, a la fatiga mental se le conoce como la disminución de la eficiencia mental, por tareas que requieren una atención prolongada o procesos cognitivos demandantes de forma constante. La persona con fatiga mantiene una pésima relación entre el esfuerzo y el resultado que obtiene. Algunos ejemplos son el esforzarnos mucho más en una actividad innecesaria para alcanzar un objetivo, procrastinar algunas tareas con urgencia, o cometer errores “inexplicables” u olvidar algo que siempre realizaba. Todos estos casos tienen su origen en los bloqueos que la persona tiene al momento de realizar su trabajo.
Cuando las exigencias mentales y las condiciones del trabajo no se adaptan a la persona, surge la fatiga mental como necesidad de ajuste. El término “síndrome de fatiga informativa” fue acuñado por David Lewis en 1996. En su praxis con trabajadores de empresas internacionales, reveló que el síndrome comienza cuando nos sometemos a un exceso de información, que impide distinguir entre lo esencial y lo no esencial, lo que afectaría al análisis y la toma de decisiones, así como a factores relacionados al rendimiento e incluso a las relaciones interpersonales. Tienes mucha información, pero no sabes por dónde empezar, y si le sumas que no tienes idea de cómo hacerlo, entonces te agotas sin haber iniciado ninguna actividad.
La persona fatigada mentalmente se siente saturada porque las condiciones de trabajo frente a sus factores personales, la sobrepasan. Poco a poco, sentirá el agotamiento no sólo de forma cognitiva, sino también emocional, lo que podría derivar en un síndrome de Burnout o en diversos trastornos de estrés.
Bajo este panorama, la psicología puede establecer soluciones. La primera barrera de protección es mejorar las condiciones que nos rodean. La ergonomía cognitiva es una estrategia interesante para optimizar los procesos cognitivos de la persona en su trabajo, dado que estudia cómo establecer condiciones saludables, de forma que se distribuya el esfuerzo equitativamente, con eficacia y con menos errores en la tarea a realizar. Se evalúa horarios, se revisa jornadas laborales e incluso la estructura de los espacios en los que se labora.
Es muy importante también trabajar desde la persona, enseñándole a mejorar la capacidad con la que trata los diversos procesos cognitivos que tiene, cuidar cómo recibe la información y cómo la distribuye en su labor diaria. Este será el principio para un entrenamiento eficaz en técnicas de gestión de estrés, necesarias para hacer frente a la fatiga mental.
Una persona se recupera mentalmente de una actividad, no al cambiarla, sino al descansar de ella, por lo que una persona sin fatiga mental tendrá la capacidad de poner pausas a su trabajo. Un ejemplo clásico es que usamos las redes sociales para distraernos, pero a veces nos recuerdan el trabajo porque tenemos acceso a otras aplicaciones que envían notificaciones de “pendientes”. Lo efectivo es favorecer la “desconexión” y que esta no sea oportunidad para sacar nuestro lado más “workaholic”.
Nuestro trabajo es el segundo hogar donde pasamos una parte considerable de nuestra vida. En consecuencia, ese espacio de trabajo merece ser cuidado teniendo en óptimas condiciones, tanto el cuerpo como nuestra mente.
Clarita Salazar Cristóbal, psicóloga por la Universidad Católica San Pablo (UCSP).
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