09 de agosto, 2023
El increíble desarrollo de las tecnologías en los últimos veinte años, acompañado de la accesibilidad económica que fueron adquiriendo los equipos de telecomunicaciones, puede haber generado, en quienes hemos nacido en un mundo digitalizado, la sensación de vivir en una sociedad evolucionada en donde el progreso es sinónimo de desarrollo tecnológico. Sin embargo, en un mundo en el que parece no haber límites de comunicación ni de acceso a la información, a los jóvenes nos resulta más difícil encontrarnos. Un mundo que ofrece todo pero sin la certeza de saber hacia dónde ir.
Se dice que el futuro del mundo está en manos de los jóvenes, no obstante, me pregunto qué herramientas y habilidades estamos forjando para acometer esta tarea, si los increíbles medios de los que ahora disponemos están siendo utilizados adecuadamente y más importante aún, si realmente somos conscientes del futuro que estamos eligiendo para nosotros con cada decisión en nuestro “aquí y ahora”. Si bien las oportunidades que nos ofrece un mundo globalizado son ilimitadas, los retos son aún mayores.
En este contexto, uno de los temas que no está siendo tratado en la educación de los jóvenes con la debida importancia, o del cual se puede pensar que ya no tiene relevancia alguna en el pleno siglo XXI, es la sexualidad; en especial, la educación integral de la sexualidad para los adolescentes y jóvenes, los cuales están en la etapa de descubrir el mundo, un mundo que ellos quieren comerse para sí, pero del que no saben ni siquiera qué es lo que desean de él.
Un joven de ahora no necesita preguntarle a sus padres para saber de sexo, basta con hacer una rápida búsqueda en la red, y terminan topándose fácilmente con la pornografía. ¿Lo dudan?, el informe realizado en base a más de 1700 adolescentes de entre 13 y 17 años por Save the Children (2020) revela que más del 50% tuvo acceso a contenido sexual explícito entre los 6 y los 12 años, siete de cada diez adolescentes consumen pornografía y más del 50% de todos los adolescentes de este estudio creen que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales y les gustaría poner en práctica lo que han visto. No obstante, son muy pocos los jóvenes, o incluso adultos, que saben que consumir pornografía causa daño cerebral (Reid, Carpenter & Fong, 2011) además de afectar la vida sexual de quien la consume y la de su pareja (Stenhammar et al., 2015).
Por otro lado, fenómenos como la disminución de la tasa de natalidad en Europa (Puyol, 2018) puede dar la falsa impresión de que los jóvenes están siendo bien informados acerca de su sexualidad., pero no hay que dejarnos engañar por una primera vista. En nuestro país, Perú, la tasa de natalidad es de 2.28 hijos por mujer (World Bank, 2020). No obstante, una gran parte de esos embarazos son de madres adolescentes. Esta paternidad juvenil corre el riesgo de no vivirse en las mejores condiciones. Cabe preguntase ¿por qué se da?, ¿qué está pasando con los jóvenes? ¿Será que no existe una correcta educación sexual o que no hay una buena orientación con respecto a ello? Los datos hablan por sí solos, de cada 100 adolescentes alrededor del mundo, 4.6 han dado a luz (World Bank, 2020). En el Perú el 13.4% de las mujeres, cuya edad oscilaba entre los 15 y 19 años, estuvieron embarazadas (INEI, 2017), y en el ámbito local, el 7.5% de las adolescentes arequipeñas ha sido madre o está embarazada (INEI, 2020). Al mismo tiempo, se prevé claramente que este uso inadecuado de la sexualidad en los jóvenes va a continuar, pues desde hace más de 15 años que el porcentaje de madres adolescentes en el Perú no disminuye (UNFPA, 2016).
Esto es preocupante, dado que el embarazo en la adolescencia es un problema cada vez más frecuente y el inicio de la actividad sexual en jóvenes menores de edad es aún más inquietante. Todo esto se da por diversos factores que contribuyen a una exaltación desmesurada por la práctica sexual, lo cual repercute especialmente en la cotidianeidad de los adolescentes y jóvenes peruanos, influenciados por nefastos medios de comunicación que poco o nada de productivo tienen. También se debe al excesivo uso de redes sociales y a la significativa cantidad de información falaz existente en los medios acerca de la sexualidad, la cual es accedida con suma facilidad navegando en Internet. Estos temas son de por sí difíciles de tratar con un adolescente, que pasa cambios tanto emocionales como fisiológicos que repercuten en su estilo de vida.
Un ejemplo de ello es el mal manejo de los medios de comunicación sobre los datos de la edad promedio de inicio de relaciones sexuales, que dan la falsa impresión de que la mayoría de adolescentes tiene un inicio sexual temprano. La realidad es que la mayoría de adolescentes (entre 14 y 18 años) tanto en Perú, España, Filipinas, El Salvador (De Irala et al., 2011) como en Estados Unidos y otros países, no tienen aún actividad sexual (Madkour et al., 2010). Otro ejemplo es la insuficiente información de los medios acerca del uso del preservativo, relacionado al porcentaje de jóvenes con una vida sexual activa que piensa erróneamente que no hay riesgo de contraer SIDA o quedar embarazada si se usa preservativo (De Irala, 2009).
Otra cuestión a tomar en cuenta es la poca información sobre sexualidad que brindan los padres de familia a sus hijos. En una encuesta realizada en México, de 1584 padres de familia sólo 138 (8.7% del total) contestó una pregunta abierta acerca de la razón más frecuente por la que no se habla de sexualidad con los hijos, y las respuestas fueron por “falta de conocimiento” (33.3%), seguido de “por vergüenza” (Ramirez, Gonzales y Cavos, 2006). A pesar de que los padres reconocen sus obstáculos para hablar de sexualidad con sus hijos, casi la mitad de ellos no ha buscado información al respecto.
En mi papel de estudiante universitario, y específicamente en mi papel como parte de la comunidad juvenil arequipeña, es menester advertir que este problema se puede ir agrandando. Puedo ver desde mi perspectiva que el interés por saber más acerca del tema parece un “tabú”, en una sociedad donde esto es un problema gravísimo. Ya parece cotidiano escuchar cada semana en los medios acerca embarazos adolescentes con padres ausentes, acerca de violaciones, acerca de muchos otros problemas relacionados con este tema. Por ello, me parece fundamental que los padres hablen más con sus hijos acerca de esto y que no se dejen llevar por la “vergüenza” del momento. Es necesario proporcionar a los hijos una educación sexual integral y veraz, ya que si no es proporcionada en casa, los hijos aprenderán de esto de los medios, de sus amigos, quizás hasta experimentándolo, siendo propensos a pasar terribles situaciones por no haber recibido una correcta educación.
Un buen libro, una buena charla, el diálogo familiar y sobre todo la confianza en el hogar, afianzarán lazos perennes dentro de los integrantes de una familia. Estar informados, ayudar a otros y prever problemas no “nos resta”, al contrario, “nos suma”.
Nos encontramos en una realidad donde reina: la publicidad erótica explícita; los programas de TV con contenido sexual en horario familiar, las redes sociales brillan por llenarse de contenido pornográfico y donde nuestra forma de comunicarnos virtualmente está llena de delitos contra el pudor y la sexualidad (como el grooming, y el sexting). Por eso me gustaría hacer un llamado, en especial a aquellos a quienes no parece importar el tema porque lo creen “inútil” y a quienes son el futuro de nuestro país, a tomar conciencia e invitar a la reflexión. Se puede iniciar esto desde ahora, si es que queremos una sociedad plena y mejor, sin vicios ni conflictos, si es que queremos tener una sociedad realmente educada en el bien.
Por: André Rodrigo Villegas Gonzales
Estudiante de II Semestre de la Escuela Profesional de Derecho.
Referencias
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