26 de julio, 2023
Monasterio de Santa Catalina es patrimonio cultural de Arequipa, el Perú y el mundo. Imagen: El Pueblo.
El Monasterio de Santa Catalina es patrimonio no sólo de Arequipa, sino también del Perú. Fue reconocido como tal en 1944 por el Instituto Nacional de Cultura (ahora Ministerio) y lo es del mundo, a través del título de Patrimonio Cultural de la Humanidad otorgado a nuestra ciudad por la UNESCO en el año 2000. Se extiende por un área mayor a los 20 000 metros cuadrados que comprende las calles Santa Catalina, Bolívar, Zela y Ugarte.
Al revisar la historia del monumento ya se encuentran peculiaridades que lo hacen más interesante todavía, como el que el permiso para su funcionamiento lo haya dado el Arzobispado de Cuzco y no el de Arequipa. Esto fue porque nuestra ciudad no contaba con su propio Arzobispado, pues lo tuvo recién desde 1600, según detalla el historiador, Gonzalo Gómez Zanabria, durante su participación en el conversatorio virtual “Explorando el Monasterio de Santa Catalina”, organizado por el Centro de las Artes de las Universidad Católica San Pablo (UCSP) por el 50 aniversario de su apertura.
De su historia también otro dato curioso, es que su fundación no fue una iniciativa clerical o de un religioso o religiosa, como se puede creer, sino de una persona laica. Su fundadora fue doña María de Guzmán viuda de don Diego Hernández de Mendoza, quien consiguió los permisos con las autoridades virreinales y lo logró abrir el 10 de setiembre de 1579.
Explicó que el modo como se solventó inicialmente es lo que se denomina “economía espiritual”, pues gracias a la administración de donaciones, la adquisición de predios y la dote de las religiosas, tenía la capacidad de otorgar y administrar préstamos para la población. Además, en el virreinato existía la figura del patronato regio, es decir, que la autoridad política tenía bajo su tutela a las instituciones de la Iglesia. Hoy por hoy, su principal sustento es el turismo.
Santa Catalina reúne los tres estilos arquitectónicos de la Arequipa patrimonial, como son el barroco, neoclásico y neocolonial. Al ser una pequeña ciudad dentro de nuestra ciudad ha permitido preservar valiosas técnicas de construcción y decoración, algunas que lamentablemente se han perdido en el tiempo. Los trabajos de restauración realizados de 2010 a 2012, permitieron dar con algunas de ellas.
La arquitecta y artista plástica, Marisol Velasco Gutiérrez, fue parte del equipo que realizó dichos trabajos enfocados principalmente en los ambientes que dan hacia la calle Ugarte y que están en torno al patio de Silencio, ubicado en el trazo original de esta vía. Se recuperó cuatro ambientes de bóveda, se apuntaló otra y se realizó la conservación de la pintura mural.
Los trabajos permitieron ver cómo se levantaban los enormes muros de los monumentos históricos de la ciudad. No es un solo muro de sillar, sino dos que iban unidos por un mortero de cal, arena y puzolana. Los sillares eran dispuestos dos en su lado frontal cuadrado y en el medio se colocaba uno de forma lateral. Este actuaba como clavo o tizón entre los otros.
“La cal es clave para los edificaciones como Santa Catalina porque es un material resistente ante los movimientos sísmicos, ya que demora en secar cerca de 100 años, gracias a ello no se va a quebrar o romper como el concreto. Para la restauración tuvimos que buscar una cal especial y hacer pruebas para que tenga un 90% de pureza”, indicó la también es docente de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la UCSP.
Gracias a esta labor también se dio con una puerta bajo la cruz que se ve desde la calle Ugarte. Esta puerta siempre existió pero se encontraba tapiada. Su hallazgo ha permitido dotar al monasterio de un nuevo ambiente que ha sido habilitado como sala de exposiciones artísticas y que su funcionamiento es independiente al resto del recinto.
Fueron halladas luego de retirar el estuque durante la restauración. Datarían del siglo XVIII. Las encontraron en los distintos ambientes en especial en las puertas y ventanas. La Sala Capitular, que era donde las monjas realizaban sus reuniones, era la que tenía mayor ornamentación. Los motivos de las pinturas eran de corte religioso, así como flores y plantas de colores. También fueron hechas sobre las puertas y portañuelas de ventana de madera.
Delicados trabajos de restauración de la de pintura mural del Monasterio de Santa Catalina. Fuente: Arq. Marisol Velasco.
Otra zona donde se encontraron las pinturas fue el Coro Bajo. Allí además de las decoraciones resalta el hallazgo de 10 cartelas que unidas forman la frase “Cantad al Señor, nuevos (….). Este es el coro, alabadle con el corazón y el cual por justo juicio de Dios muere sin habla quien con negligencia a Dios alaba”, frase atribuida a San Buenaventura. El vacío en la frase corresponde a la cuarta cartela, la cual no pudo ser recuperada.
Para la arquitecta, a partir del hallazgo de las cartelas, se pueden realizar muchas otras investigaciones sobre el tipo de técnicas que utilizaron para hacerlas como el pan de oro utilizado para ornamentaciones de recintos importantes, y el encalado que es una técnica de pintura con cal, tierra, sal, agua y el mucilago de la tuna, así como otros estudios de tipo histórico y religiosas.
“El encalado es una técnica muy positiva porque le permite al sillar ‘respirar’ y que se conserve mejor. Es que el sillar tiene, por así decirlo, ‘vida’. La pintura tenía por fin evitar que vote tanto polvillo. Otro de los beneficios es que la cal absorbe el CO2, es decir que protege al sillar de la contaminación”, comentó la especialista.
Otro punto a resaltar sobre la pintura y el color en el Monasterio de Santa Catalina es que este responde a un plan en el que está detallado los colores (ocre, amarillo y azul) y la zona donde serán utilizados. Asimismo, hay fotografías antiguas que muestran que en la antigüedad su torre estuvo pintada de color amarillo por lo que es de suponerse que su fachada también. Cabe recordar que el sillar cara vista recién empezó a ser usado en la ciudad luego de los terremotos de los años 58 y 60.
Foto antigua del Monasterio de Santa Catalina es una evidencia de la pintura en su torre. Fue mostrada por el historiador Gonzalo Gómez, durante el conversatorio del Centro de las Artes de la UCSP.
El monasterio ha sobrevivido a numerosos terremotos que así como dañaron gran parte de las estructuras, también motivaron su restauración. Santa Catalina no es solo una reliquia. Es un museo vivo. Allí siguen viviendo las hermanas de la orden de las Dominicas, y contactarlas es posible por el ingreso de la calle Bolívar.
Ellas como desde hace siglos siguen acompañando la vida espiritual de la ciudad y mediante la venta de productos elaborados por ellas durante los recorridos turísticos reúnen fondos para seguir haciendo obras de carácter social.
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