02 de junio, 2021
Foto: El Político.
En esta oportunidad, no pretendemos identificar las causas de los principales problemas que aquejan a los peruanos: inseguridad, pobreza, informalidad en el empleo, analfabetismo, inequidades sociales, etc. En este artículo compartiremos algunas reflexiones sobre uno de los principales chivos expiatorios contemporáneos – la migración – y la instrumentalización del drama personal de los migrantes con fines electorales, lo cual en definitiva, alimenta posturas xenófobas, principalmente, en contra de los venezolanos residentes en el Perú.
Según la Real Academia Española, un chivo expiatorio es una persona sobre la cual se hacen recaer culpas ajenas para eximir a los verdaderos culpables. Al respecto, nos preguntamos ¿quiénes son los culpables de problemas relacionados con la inseguridad, pérdida de empleo y de saturación de los ya escasos y débiles servicios públicos disponibles para los peruanos?. Buen número de la población piensa que son los migrantes, de acuerdo a la encuesta del Idehpucp en el marco del proyecto “Discriminación hacia la población venezolana”. Lamentablemente, ellos han sido los chivos expiatorios en tiempos de elecciones.
Efectivamente, en el actual proceso electoral peruano, la crítica hacia la migración extranjera se ha utilizado para exacerbar el sentimiento nacional, con el correspondiente rechazo a todo lo que provenga de Venezuela, incluso criminalizando al ciudadano venezolano, haciéndolo responsable de la delincuencia y la inseguridad que sufrimos los ciudadanos. Sobre este aspecto, el gobierno peruano tiene que tomar medidas para resolver este problema, independientemente de la nacionalidad de quien delinque y siempre en cumplimiento de las normas nacionales e internacionales que regulan la materia.
Adicionalmente, desde el 11 de abril de 2021 (fecha a partir de la cual se conocieron los nombres de los dos candidatos que optarán en segunda vuelta por el sillón presidencial en Perú), Venezuela se convirtió en el cuco que amenaza de manera aterradora a todos los peruanos, principalmente a aquéllos que irán a votar el próximo 6 de junio. Esta estrategia no es nueva pues ya la hemos visto en procesos electorales recientes en Colombia, Ecuador y España, entre otros países. Ahora bien, lo que llama la atención es que el mensaje del cuco es “contra Venezuela” cuando lo que se quiere decir es “contra la dictadura de Nicolás Maduro”. De nuevo, creemos que estos mensajes, en el fondo, fomentan posturas xenófobas.
Curiosamente, en el debate del 30 de mayo, solo uno de los candidatos se refirió de manera poco clara a este tema indicando que en un eventual gobierno suyo se daría un ultimátum de 72 horas para abandonar el país a todos los migrantes que comenten delitos.
Y frente a esto, nos preguntamos: ¿y si nos centramos en la persona migrante?¿todos son delincuentes? Ciertamente que no.
Hace pocos días condenamos fotos dolorosísima que recorrieron el mundo de un bebé migrante rescatado de las aguas próximas a Ceuta (España) y, días después, de una anciana migrante cruzando el Río Bravo en brazos de otro migrante hacia los Estados Unidos; pero, ¿somos conscientes de que el vigilante de nuestra casa o edificio, el joven que hace el delivery o la mamita con su bebe en brazos que vende caramelos en las calles de Arequipa, Lima o cualquier otra ciudad del Perú, pasó por situaciones igualmente duras y traumáticas en su recorrido desde su país de origen y, sin embargo, no pierde la esperanza de tener un mejor futuro?.
Lo que pasa en Venezuela es, indiscutiblemente, una tragedia humanitaria, de millones de familias separadas y millones de personas pasando hambre. La Encuesta de Condiciones de Vida que anualmente realiza la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela indica que la búsqueda de trabajo ha sido la principal razón por la que migran. El 19% de los hogares reportan que al menos uno de sus integrantes emigró a otro país. De cada 10 venezolanos, 7 no tienen dinero para comer al menos una vez al día. De ser la Venezuela Saudita de los años 80, Venezuela se ha acercado a la situación que ostentan algunos países del continente africano.
Ante ello nos corresponde ser solidarios y empáticos. Sin duda, como sociedad tenemos mucho que avanzar, dejando de lado las estigmatizaciones y estereotipos, tratando de comprender los sentimientos de aquél que dejó su patria, sea venezolano, chileno, colombiano, haitiano o de cualquier otra nacionalidad y que ahora contribuyen al progreso de Perú.
Aprendamos de las experiencias de otros países, pero no utilicemos al cuco extranjero para aterrorizar, ni tampoco para justificar uno u otro resultado electoral. Usar la migración socava nuestra capacidad como electores para exigir de los candidatos a la presidencia de la república las soluciones concretas, eficaces y viables a los (no pocos) problemas que nos aquejan.
La sociedad peruana debe enfocarse en los dos candidatos, sus propuestas, sus equipos técnicos y en las capacidades en gestión pública que cada uno demuestra. Debe, además, preocuparse por sus problemas internos, en especial, el peligro del autoritarismo y la polarización producto del profundo descontento social entre sus ciudadanos que ha llevado a la ocurrencia de actos de intolerancia política en Cusco y, recientemente en Arequipa. ¡Menuda responsabilidad nos toca este domingo, 6 de junio!.
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