21 de julio, 2023
Foto: Andina
El caso Repsol y el desastre ecológico ocurrido en las costas de Lima tras el derrame de más de 10 mil barriles de petróleo en las playas de Ventanilla semanas atrás, llaman a la reflexión y dejan algunas preguntas en el aire ¿Posee la industria del país planes de gestión ambiental para mitigar el impacto de sus diversas actividades? ¿Cuentan las empresas con suficientes herramientas tecnológicas para afrontar posibles daños que ocasionen al medio ambiente?
La gestión ambiental se define como un conjunto de planes y estrategias orientadas a resolver, mitigar o prevenir problemas de carácter ambiental. Ello con el objeto de lograr un desarrollo sostenible.
Mgtr. Joel Arias Enriquez.
El director de la escuela profesional de Ingeniería Ambiental de la Universidad Católica San Pablo (UCSP) y magister en Gestión Ambiental, Joel Arias, recuerda que toda actividad genera impacto ambiental. En ese sentido, advierte que si bien, en los últimos años, las empresas – no solo de hidrocarburos, sino de todos los rubros- han ido tomando conciencia de la importancia de asumir planes de gestión ambiental, la implementación de los mismos no es óptima.
Así, estima en función a su experiencia que, solo en el ámbito de empresas formales, el 50% cuenta con planes de gestión ambiental adecuados. Una de las herramientas más comunes y de implementación obligatoria en la gran empresa, son los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), una medida que no alcanza a la pequeña y mediana industria, donde se tiene mucho por hacer en favor del medio ambiente.
La ausencia o deficiencia de planes de gestión ambiental, explica Arias, en parte se debe al alto costo que estos demandan. A ello se suma la gran informalidad en la que operan las empresas y la industria en general, que provoca que muchas actividades omitan esta responsabilidad.
“La gestión ambiental, generalmente, la asocian a grandes empresas como las mineras o de hidrocarburos, como Repsol, pero en la práctica todas, en mayor o menor escala, deben contrarrestar el efecto de sus actividades frente al medio ambiente, pero no lo hacen. No olvidemos, que la informalidad en el país es alta, los entes que fiscalizan en materia ambiental (Ministerio del Ambiente o la OEFA) casi siempre apuntan a los formales, mientras que los informales concentrados en la pequeña y mediana empresa pasan por alto”, lamenta.
Arias, bajo ese criterio, señala que es fundamental que todas las empresas, diseñen estrategias o planes de gestión ambiental ante un posible impacto ambiental futuro. Para hacerlo se debe considerar pautas básicas.
Explica que el primer paso es la identificación de riesgos potenciales, es decir aquellas operaciones ejecutadas por la empresa que generan impacto o potencial impacto, a través de estudios de evaluación de impacto ambiental.
Como segundo paso, el análisis debería apuntar a identificar a quienes se impacta con la actividad (ecosistema, animales, flora, etc). En base a ello se debe categorizar el tipo o nivel de impacto, para idear los posibles planes de mitigación.
El especialista explica que los planes de gestión ambiental, no se limitan a que las empresas cuenten con un EIA. La legislación actual exige este instrumento de forma detallada cuando la magnitud o naturaleza del proyecto o actividad genere un impacto significativo.
Para el resto de casos, se pueden aplicar planes de innovación o de economía circular y sostenible, es decir estrategias para la correcta disposición de residuos sólidos, así como su uso y un proceso de tratamiento para la reutilización, reciclaje y demás. “Las empresas podrían empezar a reusar insumos. Los desechos de una se pueden convertir en la materia prima de otra. Con ello la actividad será menos costosa y amigable al medio ambiente”, explica.
Estas herramientas, pueden ser usadas en todas las actividades, en las de gran envergadura, así como en como aquellas de mediana y pequeña escala. “En la agricultura, por ejemplo, se podría comenzar con uso adecuado de agua y abonos orgánicos”, señala el docente.
La “gestión ambiental”, no solo pasa por implementar planes, señala Arias, sino por tener acceso a la tecnología para enfrentar los impactos o posibles daños que una actividad pueda generar al medio ambiente.
Pone como ejemplo, la respuesta incipiente que viene dando Repsol al derrame de petróleo. En medio de esta problemática salieron iniciativas de colectivos que recolectaron cabello para las labores de limpieza, una acción positiva y rescatable pero que en buena cuenta reflejan medidas “artesanales” y probablemente de poco impacto al desastre, dado que esta estrategia tendría que aplicarse a gran escala con enormes cantidades de cabello.
El docente resalta que para enfrentar desastres ecológicos como el mencionado, hay tecnologias como bombas de succión, que no son más que embarcaciones especializadas en realizar labores de depuración, así como barredas de contención. La último se aplicó de forma ineficiente. Una experiencia negativa, que no debe repetirse y que obliga a que las empresas y el Estado pongan las barbas en remojo en torno al manejo ambiental de nuestros recursos.
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