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Un nuevo Congreso y la oportunidad de una valoración propiamente política del mismo

Imagen: Perú Hoy

PPCHPor: Dr. José Chávez-Fernández Postigo, docente del Departamento de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Católica San Pablo. Doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, España.

En mi opinión, sostener, sin más, como análisis que este Congreso representa al verdadero Perú, no es una valoración propiamente política de la elección, sino una más bien de tipo sociológico o descriptiva (y, por lo tanto, solo secundariamente política) y hasta cierto punto tautológica, y por lo tanto, insuficiente. Evidentemente este Congreso ha sido elegido por todos los peruanos, y eso hay que no solo reconocerlo sino también respetarlo: somos una democracia y es conveniente que todos estemos fielmente representados, sin discriminación alguna o con la menor posible.

Otro análisis ya más complejo tiene que ver con cuestiones de diseño constitucional y de técnica legislativa: voto obligatorio, voto preferencial, primarias, valla electoral, financiamiento público o privado, campaña publicitaria en medios, etc. etc., asuntos que tienen especial relevancia y que me parecen ya más propiamente políticos. Están más abiertos a la discusión de si la nuestra es la mejor manera, aquí y ahora, de elegir un Poder Legislativo que, por un lado, sea auténticamente representativo y que, por otro, sea capaz de lograr consensos mínimos en orden al bien común de un país tan diverso como el nuestro. Tengo la impresión de que muchas veces solo se pone la mirada en el primer aspecto, el de la representación, y se olvida el segundo.

Por otro lado, si bien ambos asuntos tienen su importancia, ello no nos exime de emitir juicios valorativos propiamente políticos de diverso tipo: a) sobre la conveniencia común de la propuesta ideológica de los partidos electos sobre la base legal y axiológica de un Estado Constitucional de Derecho (que podríamos llamar «crítica política externa»); b) sobre la fidelidad de los partidos a sus propias ideologías y por lo tanto, en principio, a sus votantes (por decirlo de alguna manera, una «crítica política interna»), y c) a su desempeño ético en el uso del poder recibido a través de las urnas (o sencillamente, una crítica moral a su trabajo).

Creo que no se trata de elegir una de estas aristas de análisis, sino de tenerlas en cuenta todas, y quizá algunas más. De lo contrario corremos el riesgo de convertir la política en sociología descriptiva, y en poco más que en una técnica de captación legal del voto para hacerse con el poder (es decir, meras teoría y técnica empíricas), y perdemos de vista su trasfondo moral (que no moralista) de ciencia práctica (praxis), en el sentido más propio o clásico de la palabra. Salvo mejor parecer.

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