29 de julio, 2023
Imagen: Internet
Cuando hablamos de liderazgo solemos confundir o relacionar a los ‘líderes’ con personajes que tienen una posición elevada en la sociedad o en una organización determinada. Asimismo, en no pocas ocasiones, se entiende como un conjunto de rasgos innatos; características asociadas al mando, a quien toma las decisiones o a ser los primeros en alguna actividad, deber, o tarea, pero no es una cuestión de posición ni de cualidades innatas, es un asunto de elección, es decir, que cualquier persona podría convertirse en un líder.
Si el liderazgo no son teorías que sostienen que los líderes nacen, entonces podemos decir que es una cuestión de carácter. A diferencia del temperamento, este puede ser trabajado y mejorado y precisamente su componente primordial es la virtud. Es frecuente confundirla con una habilidad, destreza o talento, no obstante, debemos definirla como una disposición permanente a realizar un acto bueno.
El liderazgo se ejercita a través del carácter. Las virtudes dotan de fuerza al carácter y de estabilidad a la personalidad. Virtud proviene del latín virtus que significa fuerza; es la fuerza interior que nos faculta para obrar conforme a la razón, sin embargo, no sustituye a las habilidades y competencias, pero sí es un elemento fundamental para ejercer cualquier actividad con excelencia.
La virtud es la verdadera esencia del liderazgo, pero está profundamente relegada y olvidada por un gran número de personas. La mayoría de sociedades de Occidente, enfatizaron la educación técnica por encima de la ética. La ciencia del auténtico desarrollo humano (ética) parece tener cada vez menos protagonismo.
El reino de la eficacia y el economicismo promueven prominentemente la técnica. No son pocas las personas que priorizan la producción —normalmente económica— sobre la formación de los colaboradores o el aporte a la sociedad. En nuestro tiempo es frecuente valorar a quien hace las cosas más rápido, a quien es capaz de alcanzar las metas incluso a costa de corromperse o fomentar que otros lo hagan.
Hay quienes consideran que en los negocios la virtud no tiene cabida alguna; sin embargo, en el intercambio de mercancías y servicios está en juego la confianza, un valor primordial en las relaciones humanas. La confianza es un activo intangible de enorme relevancia en las relaciones entre personas y organizaciones, un valor que puede tardar años en construirse y segundos en ser destruido.
La virtud de una persona es un componente primordial para gozar de credibilidad y ser confiable, cualidades que no pueden faltarle a un verdadero líder. El otro elemento fundamental para ser confiable está asociado a las capacidades (competencias) para realizar una actividad determinada con idoneidad.
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