Escribo esto el mismo día que me informaron sobre de la derogatoria de la Ley 28542, llamada de Fortalecimiento de la Familia que buscaba, entre otras cosas, “promover y fortalecer el desarrollo de la familia como fundamento de la sociedad y espacio fundamental para el desarrollo integral del ser humano”. La Ley de marras ha sido sustituida por el Decreto Legislativo 1408, que, en muchas de sus partes, introduce políticas entendidas en el marco del “enfoque de género”. El hecho ocurre la semana posterior a la celebración en el Perú del Día Nacional de la Familia, una efeméride oficial establecida por ley desde 1982.
Este es solo el botón de una muestra un tanto más amplia de escenarios donde la familia peruana no solo no es protegida sino que es sutilmente atacada. En tal sentido, este artículo pretende señalar dos escenarios, uno de coyuntura y el otro de política estatal, donde se lesiona la estructura familiar en aquello que le es esencial: el ser generadora de vida.
El vientre de alquiler
Hace unos días, hemos sido testigos de una polémica judicial por el caso de dos ciudadanos chilenos que usaron la técnica del vientre de alquiler para poder gestar a sus mellizos. El matrimonio conformado por Jorge Tobar y Rosario Madueño, una pareja con problemas de fertilidad y varios embarazos perdidos, vino al Perú para probar nuevos mecanismos de fertilización asistida, concretamente el vientre de alquiler. Ya en Lima, fueron galenos de la clínica Concebir quienes realizaron el procedimiento con los espermatozoides del esposo y los óvulos de una donante. Una vez hecha la fecundación in vitro, los embriones fueron depositados en el útero de una segunda mujer a quien la pareja le pagó US$ 10 000 para que geste a los mellizos, que nacieron el 28 de julio este año.
El caso despertó el interés de algunos congresistas que quieren legislar en favor de la maternidad subrogada. Existe, incluso, una iniciativa legal para “garantizar el acceso a técnicas de reproducción humana asistida” y que además “reconoce la infertilidad como enfermedad” con el fin de lograr “la cobertura integral del abordaje, diagnóstico, medicamentos y terapias de apoyo a la fecundación in vitro e inyección intracitoplásmica de espermatozoides con gametos propios o de donante y con transferencia de embriones; transferencia intratubárica de gametos; y crioconservación de gametos y/o embriones”.
¿Qué problema trae para la familia el que dos personas quieran tener un hijo y usen técnicas de reproducción asistida? Desde la moral cristiana, se advierten algunos peligros: “La fecundación artificial heteróloga es contraria a la unidad del matrimonio, a la dignidad de los esposos, a la vocación propia de los padres y al derecho de los hijos a ser concebidos y traídos al mundo en el matrimonio y por el matrimonio […] el vínculo existente entre los cónyuges atribuye a los esposos, de manera objetiva e inalienable, el derecho exclusivo de ser padre y madre solamente el uno a través del otro. El recurso a los gametos de una tercera persona, para disponer del esperma o del óvulo, constituye una violación del compromiso recíproco de los esposos y una falta grave contra aquella propiedad esencial del matrimonio que es la unidad”[1].
El control poblacional
Hoy, también, la familia enfrenta una avanzada gubernamental que, desde criterios económicos, esconde argumentos controlistas que alientan el descenso en la tasa de natalidad so pretexto de que mientras menos seamos habrá más recursos para todos. Lo que ocurre es lo contrario, a decir verdad. La reducción de la tasa de nacimientos tiene como consecuencia directa el envejecimiento de la población con todo lo que ello implica para cualquier sistema económico.
Lo nefasto de las políticas controlistas lo pueden testimoniar mejor los países europeos. En el viejo continente, una de cada cinco europeos (19,2 % de la población) es mayor de 65 años, según el informe “Evolución de la Familia en Europa”[2] presentado en el parlamento Europeo en mayo de este año. La conclusión del documento no puede ser menos preocupante: “Europa es en la actualidad una sociedad envejecida, sin niños, con hogares solitarios, con cada vez menos familias y cada vez más rotas e insatisfechas”[3]. Es por eso que los europeos no solo están hablando de elevar los niveles de productividad sino de fomentar el aumento de la tasa de natalidad en las familias.
Profundizando un poco más, diremos que la idea de que mientras menos seamos mejor vamos a vivir, no es una opinión solamente sino una forma equivocada de ver la vida. Utilitarismo puro al que llegamos cuando no se entiende la dimensión de la dignidad del ser humano. De esta manera, la persona no es vista como un don sino como un problema; alguien que nos puede arrebatar un aparente estado de bienestar futuro. Por eso, no es casualidad que los discursos demográficos vengan acompañados de estrategias de control de la natalidad y ensalzamiento de métodos contrario a la vida.
El discurso del “crecimiento poblacional” ha justificado en muchos países la implementación del aborto como política de salud pública, la esterilización forzada, leyes de “un niño por familia”, la implementación de una educación sexual desde la perspectiva de género, entre otras cosas más.
Conclusión
Es necesario caminar hacia un escenario donde el Estado sea capaz de proteger verdaderamente a la familia; específicamente, alentarla y orientarla en su rol procreador. Esto implica romper estructuras de poder y formas de pensamiento predominantes que enfocan la atención a las familias peruanas desde miradas reductivas y materialistas. Hay, entonces, mucho por hacer.
Renato Sumaria Del Campo Periodista. Director del quincenario Encuentro
Referencias
[1] Instrucción Donum Vitae 2. Sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación.
[2] Ver http://www.ipfe.org/Espa%C3%B1a/Documentos/IPF.
[3] Allí mismo.
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