Instituto   para el Matrimonio y la Familia
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El rol de la familia con relación a la generación millennial

En el mundo actual existen tres diferentes generaciones cohabitando y trabajando juntas, con sus diferentes características, estilos de vida y conceptos de felicidad; lo que está provocando disidencias entre ellas, tanto en la vida personal, familiar como profesional. Es importante, entonces reconocer que existen diversos factores que influencian sobre cada generación, tales como contexto social, cultural, económico y familiar (Begazo y Fernández, 2015), siendo el entorno familiar uno de los factores con mayor relevancia.  Como dice Palet (2000), la familia es el “útero espiritual” en el que la persona va aprendiendo los primeros valores (gratitud, obediencia y respeto) y los pone en evidencia en la interacción social. Sin embargo, cada generación va a tener una concepción propia de familia, además de las características propias de cada generación, que van a ir marcando camino en el desarrollo de la nueva persona y de su visión ante el mundo moderno.

Estudios recientes han fijado rangos temporales en las nuevas generaciones basados en investigaciones con población americana y europea,  por lo que es necesario que consideremos que existen variaciones con las generaciones en Sudamérica (Valdiviezo, 2014). A grandes rasgos la Generación “Baby Boomers” (1945 – 1964), se caracteriza por una preocupación de tener una carrera extraordinaria, buscando una buena posición laboral, estatus, y grandes sueldos, mantienen ideales como la vida en familia, el matrimonio y la responsabilidad social. El sacrificio es el medio para conseguir dinero y consideran que la felicidad esta al final del camino (Molinari, 2011). Los de la Generación “X” (1965 – 1980), son menos numerosos, suelen ser desconfiados e individualistas ya que presenciaron lo que sus  padres perdieron por ser fieles a una sola empresa durante toda su vida, decrece la importancia dada al gobierno, los políticos y el matrimonio,  creen más en el desarrollo personal (Molinari, 2011).

Por otro lado  la Generación “Y”, o “Millennial” (1981 – 2000),  que es la que nos interesa,  no le dan mucha importancia a las cosas materiales y al dinero como las generaciones anteriores, por lo que disfrutan más de las experiencias que de las metas finales. Buscan trabajos que les den reconocimiento y sentido a sus vidas, tienen una filosofía más liberal, ya no buscan formar familias o tener hijos; además, están bastante influenciados por la tecnología y enfocados en la realización personal (Molinari, 2011).

Es evidente, a lo largo de la historia, que el rol de la familia en la sociedad, ha tenido crucial importancia, pues asume, amorosamente la natural tarea de criar y educar a los hijos, afrontando todas sus problemáticas y necesidades. La familia es una institución natural que ha existido desde el comienzo de la vida del hombre, es una exigencia antropológica, no solo implicada en el orden empírico de la existencia (procreación) sino también implicada en una exigencia estructural (espiritual) del ser mismo, del hombre convirtiéndose así, en una relación permanente e irremplazable entre padres e hijos (Palet, 2000). Es la familia el núcleo fundamental de la sociedad donde los hijos no solo reciben nutrición y cuidados físicos, sino también, amor y cuidados de naturaleza espiritual, donde se llena del amor proveniente de los padres para crecer adecuadamente en autoconfianza y seguridad personal. Por lo que cabe preguntarnos entonces si esta cumple el mismo rol con la generación “Y”, o tendría que variar en forma y fondo.

Actualmente es la generación “Y” o “millennial” la que representa características y retos específicos que deben ser atendidos correctamente desde el hogar, para poder propiciar un correcto crecimiento, maduración y desarrollo tanto profesional como personal. Toda esta orientación no podrá establecerse como completa si se pierde de vista la dignidad del ser humano, su valor único y elevado dentro de la creación. Donde se busque el máximo despliegue de sus facultades y la obtención de hábitos buenos o virtudes que lo iluminaran para poder actuar de manera correcta ante las diversas dificultades u obstáculos que pueda encontrar en el camino hacia la búsqueda del bien y la verdad, ergo, de la felicidad como ser bio- psico espiritual. Por ende, tampoco podrá darse como tal si se desvirtúa la concepción y la dignidad de la familia, como fuertes ideas contemporáneas pretenden hacer.

Para entender mejor a dicha generación, la vamos a describir desde dos perspectivas. Características personales: son jóvenes con altas cualidades intelectuales que cuentan con un rápido acceso a una gran cantidad de información a través de internet y dispositivos tecnológicos. Tienen una gran conectividad con sus congéneres a través de las redes sociales, asisten a una gran variedad de eventos sociales; sin embargo, no tienen facilidad para establecer relaciones profundas y duraderas, tanto amicales como amorosas. Presentan una marcada individualidad y búsqueda de realización personal, aunque no tienen muy en claro que es lo que eso significa. Y, a pesar que, están en constante búsqueda del sentido de sus vidas, es muy común que se sientan insatisfechos, incompletos o vacíos interiormente (Penagos y Rubio, 2015). Por otro lado, sus intereses profesionales: respecto a las actividades laborales tenemos la ausencia de compromiso y entrega hacia un fin arduo como la línea de carrera, poca tolerancia al rechazo y a la frustración, e inadaptación a las normas rígidas o condiciones de trabajo que no les resulten atractivas. Alta dependencia de la tecnología y artefactos electrónicos que les brindan gran rapidez y practicidad en la mayoría de sus actividades. Alto sentido de ayuda social, intereses pro ambientalistas y ecologistas; no obstante, disminuye el involucramiento en asuntos sociales de gran peso como la política (Penagos y Rubio, 2015).

Si bien estos jóvenes aún están en pleno proceso de formación de sus personalidades, podemos apreciar un carácter debilitado ante la obtención de bienes que representan una lucha ardua. Están acostumbrados a respuestas rápidas, fáciles y sencillas, influenciados por un mundo globalizado y por la rapidez de la información. Queda restringido, entonces, el desarrollo de hábitos como la paciencia, tolerancia y la perseverancia, virtudes sin las cuales la magnanimidad, que tanto anhelan, no será posible de alcanzar. Por el contrario, se producirán diversas mentiras existenciales ante su hambre de infinito, la cual trataran de satisfacer con posesiones materiales, prácticas hedonistas, adquisiciones intelectuales o desarrollo profesional. Marginando el enriquecimiento espiritual, aquel que provee de verdadero alimento para tal búsqueda de alma.

Es precisamente en este ámbito donde los padres entran a tallar pues deben ser capaces de educar con el ejemplo, con propia y verdadera madurez, propiciando las virtudes y evitando la instauración de vicios en sus hijos que puedan llevarlos a un inadecuado despliegue de sus facultades. El primer paso será tener una adecuada concepción de lo que significa ser padres y guía activo de sus hijos. Aquel padre que tenga en claro cuáles son sus responsabilidades naturales como jefe de familia podrá afrontar con mayor facilidad el rol de guía y protector de sus hijos.

Una estrategia básica en la crianza es inculcar que los actos tienen consecuencias. Cuando un hijo logra un objetivo o comete alguna falta, es obligación de los padres tanto felicitar y motivar, como castigar y sancionar, según corresponda. Así el hijo podrá interiorizar los efectos de sus actos tanto positivos como negativos. Dicha experiencia constante y dirigida por los padres le dará la oportunidad de empezar a ser responsable de su comportamiento, además de desarrollar tolerancia a la frustración cuando experimente el escarmiento (siempre proporcional a la falta cometida). La repetición constante, permitirá también el nacimiento y crecimiento de virtudes en el hijo, sobre el significado de libertad y libertinaje, y qué cosas están permitidas y cuáles no, dentro de su rol como hijo (Palet, 2000). Lamentablemente es común encontrar hoy en día, padres que dejan la sanción fuera de la crianza, brindando un exceso de premios aun cuando estos no son merecidos, y por ende, induciendo que los jóvenes suelan esperar gratificaciones incondicionales, creando el vicio de la pereza y el facilismo.

En lo que respecta a la seguridad emocional, son absolutamente necesarias las figuras parentales amorosas, que estén presentes tanto en actividades comunes como en demostraciones de afecto. Esto nutrirá en abundancia el espíritu de sus hijos, dotándolos de autoconfianza, seguridad y estabilidad emocional, y después logrará confiar en el prójimo para establecer relaciones interpersonales fuertes y duraderas. Además que contarán con la capacidad de poder afrontar situaciones difíciles en la vida fuera del hogar. Por el contrario una carencia afectiva en este nivel dará como resultado un vacío emocional, desconfianza y retraimiento interpersonal relacionado a su vida interior, dedicándose a buscar satisfacciones superficiales para poder sentirse aceptado y querido por los demás, pudiendo devenir en prácticas peligrosas que incrementarán su sentimiento de vacío. Todo eso debido a un abandono afectivo dentro del núcleo familiar y de la no presencia amorosa de los padres (Palet, 2000).

Para finalizar este breve análisis debemos explicar algunas de las causas de las dificultades que tienen los padres con respecto a la crianza de sus hijos. Muchos refieren haber tenido una educación tradicionalista, cuyos respectivos padres eran mucho más estrictos y severos. Las muestras de afecto resultaban ser muy escasas o condicionadas, produciendo un sentimiento de frialdad o ausencia afectiva. Ellos lo perciben como un estilo de crianza inadecuado, por lo tanto evitan replicarlo bajo la postura “no quiero que mis hijos pasen lo que pasé”. Han fluctuado de un extremo a otro por un resentimiento que no han logrado superar con respecto a su niñez. Este nuevo estilo deviene en una muy alta permisividad, engreimiento, consentimiento y falta de impartición de responsabilidad y respeto en diversos ámbitos como el académico, familiar y laboral (Penagos y Rubio, 2015).

Es necesario que los padres que presenten estas características sean capaces de ser conscientes que no tienen que enmendar los errores que cometieron sus respectivos padres, sino que deben educar de acuerdo a lo que dicta la fe y la razón respecto a las necesidades reales de sus hijos, ya que amar no solo es consentir sino también impartir disciplina. Deben buscar la perfectibilidad humana tanto de ellos como jefes de familia como hijos producto del amor conyugal. Dejar que la sombra de su pasado siga influyendo en las generaciones futuras, y considerar a sus hijos como seres únicos que se van a enfrentar a un mundo diverso donde el papel de la decisión está en sus propias manos y por ende, deben mantener una fuerza de voluntad firme, con convicciones propias que los hagan capaces de ser felices y plenamente satisfechos con lo que van eligiendo cada día.

 

BIBLIOGRAFIA.

Begazo, V. Fernandez, W. (2015). Los Millennials peruanos: características y proyecciones de vida. Lima: Revista de investigación de la facultad de ciencias administrativas. Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Molinari, P. (2011). Turbulencia Generacional. Buenos Aires: Temas Grupo Editorial.

Palet, M. (2000). La familia, educadora del ser humano. Barcelona: Scire Balmes.

Penagos, T. Rubio, E. (2015). Millennials y Millennials Peruanos, realidad, expectativas y proyecciones. Lima: Editorial ER Ronald.

Valdiviezo, C. (2014). www.semanaeconomica.com Consultado 2015, de http://semanaeconomica.com/article/empresa/gerencia/139235-generacion-y-peruana-los-mayores-se-comportan-como-x-solo-los-jovenes-y-adinerados-como-y/

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