Instituto   para el Matrimonio y la Familia
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Instituto para el Matrimonio y la Familia

Familia, universidad y empresa

A mi modo de ver, las bases de la sociedad actual son, por este orden de importancia, primero la familia, segundo la universidad y tercero la empresa, y las tres pasan actualmente por una aguda crisis, esta situación es un reto para que nosotros le demos la vuelta.

A mi juicio, la causa de la crisis de las tres instituciones naturales básicas de la sociedad radica en el olvido progresivo de la realidad que subyace bajo la noción de persona. Como sabéis, ‘persona’ significa relación personal libre, cognoscente y amante, lo que quiere decir que una persona sola, no es que sea triste o aburrida, sino que es imposible, y ello tanto en las creadas como en las increadas. En cambio, lo que hoy prolifera, tanto en la familia, como en la universidad y en la empresa es el individualismo.

Para comprobar que dicho aislamiento está generalizado y que afecta a las tres bases de la sociedad actual –familia, universidad y empresa–, conviene reparar que en la familia hoy suele darse la ‘soledad de dos en compañía’ (de ahí que el problema no es que haya demasiados divorcios o separaciones, sino que la gente no se haya casado porque no saben qué es casarse); en la universidad se da el acusado problema de la falta de ‘interdisciplinariedad’, que impulsa a llamar a esta institución, más que ‘universidad’, ‘pluriversidad’; y en la empresa suele darse la falta de lealtad a la institución y la ‘insolidaridad’ entre sus miembros.

‘No conviene que la persona humana esté sola’, dice el texto sagrado, porque, además de que al margen del cuidado familiar un hombre es prácticamente inviable, con el aislamiento uno no crece en ‘personalidad’; tampoco en su inteligencia con hábitos y en su voluntad con virtudes. En rigor, tal aislamiento comporta deshumanización. Pero por encima de esta carencia, hay un mal todavía más grave que se puede formular diciendo que ‘no conviene la persona humana sea sola’, porque en tal tesitura se despersonaliza, es decir, deja progresivamente de ser la persona que es y está llamada a ser.

Como es obvio, no es lo mismo el ‘ser’ que el ‘estar’. El ‘estar humano’ se refiere socialmente a convivencia intersubjetiva con las demás personas humanas. Pero el ‘ser personal’ se refiere naturalmente al ser pluripersonal divino. No son equivalentes, por tanto, la deshumanización y la despersonalización. Ésta es mucho más grave que aquélla, además de ser su causa. Y el mejor remedio contra una y otra es la familia.

Suele decirse que la familia humana es fruto de la vinculación natural que se establece entre un varón y una mujer en el matrimonio. Pues bien, a esto hay que añadir que el origen y el fin de la familia es la filiación. En cuanto a su origen, la familia humana deriva de la filiación personal –pues cada hombre es inicial y radicalmente hijo–. Así fue originariamente con Adán y Eva, pues formaron una familia porque antes eran hijos (“Adán, hijo de Dios”, Lc., III, 38). En cuanto al fin de la familia, éste es asimismo la filiación. Adán y Eva formaron una familia para aceptarse como co-hijos y para engendrar nuevos hijos (“creced y multiplicaos”. Gn., I, 22). Esto indica que la familia humana es segunda respecto de la filiación personal y que, por tanto, debe servirla, lo cual denota que la familia natural existe para servir a lo trascendental en nosotros: la filiación personal.

En efecto, lo radical en el orden del ser humano es la filiación, la cual dice referencia a Dios. Lo segundo respecto de ella es la fraternidad, y ésta dice referencia a las demás personas creadas. Por eso suelo decir que el matrimonio es una ‘fraternidad adquirida’ libremente, que, por ser libre, es superior a la natural. Precisamente por esto, no puede prescindir de la filiación, porque la fraternidad es segunda respecto de ella. Esto indica, en el fondo, que sin apertura natural a Dios el matrimonio carece, en últimas, de fundamentación.

Dicho de otro modo: sin verse marido y mujer como co-hijos no se pueden ver como hermano-hermana. Si olvidan su filiación personal, tienden a disolver su unión y a escamotear la generación de nuevos hijos. A la par, si no se ven como hermanos, no tratan fraternalmente al resto de los parientes. Lo que precede señala que la familia tiene una relación tríadica natural hacia arriba, pues no puede prescindir del Dios personal, y, asimismo, que tiene una relación tríadica natural hacia abajo, pues si no está abierta a los hijos, en rigor, no es familia.

En suma, si los nexos de la familia son, primero, la filiación, y segundo, la fraternidad, una consecuencia neta es que donde mejor se educa en lo radical –en filiación y fraternidad– es en familia. Por tanto, la familia es el modelo de toda otra educación, y toda otra educación debe tener como referente la familiar. Consecuentemente, la universidad –culmen de la educación teórica– y la empresa –culmen de la educación práctica– deben subordinarse y secundar a la familia; jamás al revés. Por ende, no se justifican una universidad y una empresa que no tengan como fin a la familia.

Una característica común a las tres bases de la sociedad –familia, universidad y empresa–, es el albergar ‘grandes ideales a largo plazo’. Pero el proyecto de la familia es superior al de la universidad y al de la empresa, porque su fin son los hijos, los cuales, por ser personas, son no solo superiores a los productos prácticos temporales que produce la empresa y a las verdades teóricas intemporales que descubre la universidad, sino que están llamadas a eternizarse con Dios. Si se comparan estas tres instituciones, se puede decir que la pieza clave de una empresa es el empresario, la de la universidad es el profesor, porque al investigar descubre más verdad –que es el fin de la universidad–; y que en la familia los empresarios son los padres, los cuales invierten en y se arriesgan con sus hijos; cuantos más, más riesgo, pero también más inversión o donación y mayor aceptación. Ahora bien, la donación y la aceptación son las dos dimensiones del amor personal humano, que es lo más elevado en nosotros, lo más radical, íntimo y espiritual.

En suma, las crisis de las empresas, de las universidades y de las familias son debidas a una falta de aceptación y donación personales. En el plano de las manifestaciones visibles la débil donación y aceptación se muestra en la falta de amistad. Consecuentemente, no cabe familia, universidad y empresa sin esta virtud, la más alta. Y como el individualismo es ajeno ella, es incapaz por definición de conformar familia, universidad y empresa. Por consiguiente, frente al individualismo: empresa y universidad que verdaderamente lo sean y, sobre todo, familia.

*Extraído del Discurso del Padrino de la Promoción XVIII del Máster en Matrimonio y Familia”

 

Prof. Juan Fernando Sellés Dauder
Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra
Docente e investigador en Antropología Filosófica, Historia de la Filosofía, Teoría del Conocimiento de la Universidad de Navarra

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