La sociedad del siglo XXI enfrenta el reto de tener la mayor proporción de adultos mayores en la historia de la humanidad (Echevarría et al., 2022).
El envejecimiento es un fenómeno que se encuentra presente a lo largo del ciclo vital, es el resultado de un conjunto de eventos biopsicosociales que conllevan a alteraciones a nivel estructural y funcional de los diferentes sistemas aumentando la vulnerabilidad de la persona ante el estrés ambiental y la enfermedad, estos cambios están influenciados por factores multidimensionales, los cuales repercuten en el proceso del envejecimiento (Rodríguez, et al., 2022).
A pesar de que esta etapa se presenta a lo largo del ciclo vital, existe una posibilidad de que no se manifieste de forma normal, sino que puede aparecer con una enfermedad que logre interferir de forma significativa en la vida cotidiana de la persona afectando su funcionalidad e influyendo en su esfera emocional, psicológica y social, una de estas enfermedades es la Enfermedad de Alzheimer (EA), que es el tipo demencia más frecuente en las personas mayores de 65 años (Knopman et al., 2021).
Cuando hablamos de demencia, nos referimos a la disminución de la capacidad cognitiva de uno o más dominios cognitivos (ej. memoria, atención, funciones ejecutivas, etc.) a un nivel tal que llega a interferir con las actividades de la vida diaria (ej. cocinar, usar tecnologías, pagar cuentas, manejar el auto, etc.) (Arvanitakis et al., 2019), la demencia es un término global que describe una serie de síntomas resultantes de alguna enfermedad que causa cambios anormales a nivel cerebral (Knopman et al., 2021). Dentro de los subtipos de demencias encontramos la EA que es una enfermedad neurodegenerativa de inicio insidioso y un deterioro progresivo de las funciones cognitivas y conductuales, incluida la memoria, la comprensión, el lenguaje, la atención, el razonamiento y el juicio (Kumar et al., 2022).
Un gran porcentaje de personas con esta enfermedad están a cargo de un familiar que ejerce como cuidador no profesional lo cual produce una elevada sobrecarga (López et al., 2023), que empeora cuando no se sabe qué hacer.
Tomando estos datos en cuenta, consideramos importante propiciar una perspectiva alentadora, ya que la vocación del cuidado y ayuda al prójimo alimenta la propia alma, puesto que el darles a otros el regalo del cuidado permite cosechar muchas recompensas intangibles, es por esto que el objetivo principal de este breve artículo es resaltar una de las diversas destrezas que deben ir adquiriendo tanto el cuidador principal como toda la familia: la destreza de la comunicación con el familiar con EA. Para poder cultivar estas habilidades comunicativas, se recomiendan tres factores subyacentes: no tomar las cosas de forma personal, paciencia y empatía (Dean, 2015).
Ser un buen comunicador favorece a la relación y comprensión entre las partes, ¿de qué forma podemos conseguirlo con personas que padecen esta enfermedad? Hemos resumido las recomendaciones del National Institute of Aging (2017) para lograr este objetivo. Debemos considerar que hay personas que son conscientes de la perdida de su memoria, lo cual tiene repercusión en la esfera emocional, debemos entender la sintomatología de la enfermedad para poder intervenir de forma asertiva.
Una de las cualidades básicas es tener paciencia en el tiempo de respuesta ya que estas personas pueden tardar mas de lo habitual, si es que nosotros le apresuramos podemos generar mayores niveles de ansiedad que terminaran bloqueando o desestabilizándolos; algo que podemos hacer es ofrecer ayuda para que la persona sea capaz de expresarse observando sus conductas verbales (ej., frases cortas o palabras sueltas), no verbales (ej. expresión emocional facial, señalar para indicar lo que desean o tocarse el estómago para indicar que tienen hambre), o la combinación de ambas (ej., la persona dice “quiero” o hace algún balbuceo mirando la mesa con un pastel, pueden reformularlo preguntándole ¿quieres un pedazo de torta?).
Otra pauta importante es quitar o disminuir los distractores, ya que cualquier estímulo puede resultar predominante al mensaje que deseamos transmitir; por otro lado, al momento de querer comunicar, es imperativo hacerlo teniendo una verbalización clara, lenta y concisa de aquello que se desea solicitar, realizando contacto visual.
Tomando en cuenta que en la EA la memoria reciente suele encontrarse inicialmente afectada, repetir las instrucciones; realizar una pregunta a la vez, que sea corta y requiera una respuesta de “sí” o “no” (ej. ¿tienes hambre? en vez de ¿cómo te sientes?); por otro lado, cuando vayamos a ofrecer opciones, limitar el numero de estas (ej.: ¿deseas comer pollo o tallarín?, en vez de ¿qué quieres comer hoy?), si la persona tiene dificultades para elegir se le puede hacer sugerencias para la comida al igual que para la realización de actividades.
Dos de los factores que tienen evidencia para la mejora de síntomas son el ejercicio y la estimulación cognitiva (Olmos, 2021., y Ballarín et al., 2021), por lo que hacer uso indiscriminado de, por ejemplo, la televisión, no es buena idea, necesitaremos implementar otras actividades vinculadas a los dos factores previamente mencionados para generar tareas estimulantes y provechosas que impliquen la interacción comunicativa entre las partes.
Finalmente, atender a una persona con EA es un proceso complejo que debe ir de la mano con el cuidado de uno mismo, es por esto que, si un familiar particular acepta el rol de cuidador, la familia tiene el deber DE actuar como soporte y relevo, ya que las tareas compartidas reducen los niveles de estrés y permiten que, tanto el cuidador principal como la familia, sean partícipes de este regalo del cuidado.
Mg. María del Carmen González Valdelomar
Magíster en Neuropsicología Clínica
Profesora de Estimulación Cognitiva del Aula del Saber 1
Referencias:
Arvanitakis, Z., Shah, R., y Bennett, D. (2019). Diagnosis and Managment of Dementia: Review. Journal of the American Medical Association, 322(16), 1589-1599. doi: 10.1001/jama.2019.4782.
Ballarín, L., Malo, S., y Moreno, B. (2021) Effect of physical exercise and diet based interventions on the evolution of cognitive impairment to dementia in subjects older than 45 years. A systematic review. Revista Española de Salud Pública, 95(1), 1-39.
Dean, C. (2015). El gran libro de la Enfermedad de Alzheimer. Panamericana.
Echeverría, A., Astorga, C., Fernández, C., Salgado, M., y Villalobos, P. (2022). Functionality and seniors: where are we and where should we be going?. Revista Panamericana de Salud Pública, 46(34). doi: 10.26633/RPSP.2022.34.
Knopman, D., Amieva, H., Petersen, R., Clételat, G., Holtzman, Dmn Hyman, B., Nixon, R., y Jones, D. (2021). Alzheimer disease. Nature Reviews Disease Primers, 7(1), 33. Doi: 10.1038/s41572.021-00269-y.
Kumar, A., Sidhu, J., Goyal, A., y Tsao, J. (2023). Enfermedad de Alzheimer. StatPearls Publishing. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK499922/ National Institute of Aging. (2017, 15 de mayo). Alzheimer’s Caregiving: Changes in Communication Skills. National Institute of Aging. https://www.nia.nih.gov/health/alzheimers-changes-behavior-and-communication/alzheimers-caregiving-changes-communication.
Rodríguez, W., Arango, J., y Sepúlveda, R. (2022). Envejecimiento y demencias. Manual Moderno.
Olmos, A. (2021). La Estimulación Cognitiva en pacientes con deterioro cognitivo leve y/o moderado en fases iniciales de la enfermedad de Alzheimer. Una revisión bibliográfica [Tesis de pregrado, Universitat de les Illes Balliars]. Repositorio Institucional – Universitat de les Illes Balliars.
Este sitio web almacena cookies en tu PC, las cuales se utilizan para recopilar información acerca de tu interacción con nuestro sitio web y nos permite recordarte. Usamos esta información con el fin de mejorar y personalizar tu experiencia de navegación y para generar analíticas y métricas acerca de nuestros visitantes en este sitio web y otros medios de comunicación. Para conocer más acerca de las cookies, consulta nuestra política de privacidad y cookies.