Hace ya algunas semanas se celebró el día del niño, esto fue ocasión para que los medios de comunicación y publicitarios ofrecieran diversos productos y propuestas para festejar este día. Sin embargo, ¿nos hemos preguntado por qué celebramos el día del Niño?, ¿cuál es su relevancia? La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó el 20 de noviembre como el día en que se celebrarían y promoverían los derechos de los niños y su bienestar en general. Dicha fecha fue elegida porque curiosamente ese día en el año de 1959 se adoptó la Declaración Universal de los derechos de los Niño [1] y años después, en 1989 se celebró la Convención de los Derechos del Niño [2]. Ambos son instrumentos jurídicos vinculantes que garantizan y protegen los derechos humanos y tienen como objetivo cautelar y proteger los derechos de los niños del mundo ante cualquier situación de vulnerabilidad, brindando a los países las herramientas necesarias para la protección de los mismos. No obstante, la ONU facultó a los países a seleccionar un día para la celebración de los niños siguiendo sus tradiciones y costumbres, y es así que el Perú desde el 2002 celebra en el mes de agosto el día del Niño.
¿Cuál es la mirada con la que normalmente celebramos este día? Al parecer, al igual que otras celebraciones, el día del niño ha pasado a ser una oportunidad más para el consumismo y materialismo. De esta forma, los niños ven este día como una ocasión para recibir regalos pero nosotros cómo padres necesitamos evaluar qué es lo mejor para nuestros hijos o más bien ¿qué es lo que realmente necesitan los niños en esta celebración y en su vida diaria? Para hallar la respuesta adecuada podemos guiarnos de unas palabras del Papa Francisco “Educa a tus hijos con un poco de hambre y frío y no te preocupes por llenarlos de cosas materiales, preocúpate por lo primordial”. Este mensaje transmite el deber que se tiene frente a los hijos para que desde su corta edad comprendan el verdadero sentido y valor de las cosas.
Educar a los hijos en valores, con un sentido de responsabilidad, respeto y amor por los demás, ayudará a consolidar una familia y comunidad al servicio de otros. No es necesario abarrotar a los niños de riquezas materiales, lo importante es preocuparse por lo primordial: sus necesidades espirituales y morales. Por desgracia, la situación de cientos de padres de familias de esta época es que están atrapados en una agenda saturada de trabajo y de compromisos fuera de casa, por lo que es muy tentador compensar la falta de atención de los hijos con bienes materiales. Este error puede terminar formando niños que no valoran lo que tienen y terminan tirando lo que no les gusta. El Papa Juan Pablo II, con ocasión al jubileo de las familias señalaba: “Los hijos primavera de la familia y de la sociedad” [3], refiriéndose a los niños como la esperanza y el futuro de la sociedad. La frase lleva consigo un mensaje que remite al Autor de la vida y como un llamado a vivir la virtud desde los hogares para hacer frente a una sociedad carente de valores.
La situación actual constituye un desafío para las familias, ya que muchas veces se olvida que lo esencial para los niños es saber que pueden contar con ambos padres que se complementan en el desempeño de sus roles, orientándolos, velando y protegiendo sus derechos. ¿Quiere decir esto que no es posible corregirlos o llamarles la atención? No, velar por el interés superior del niño implica proteger su dignidad, salvaguardar sus derechos, lo cual no colisiona con la misión educadora de los padres que es establecer límites claros entre las acciones buenas y malas, formar a los niños con amor, en valores de solidaridad, verdad y respeto.
Es así que al referirnos a la frase “A los niños debemos darles lo mejor que tenemos”, señalamos la importancia de cumplir la misión que como padres nos ha sido encomendada y para llevar ello a cabo debemos regalarle a los niños, lo más caro para nosotros: tiempo exclusivo para ellos para poder escuchar sus sueños, para ser espectadores de sus ilusiones, para ayudarlos a crecer en virtudes.
Respetar los derechos de los niños y promover los mismos, nos lleva como padres a cuidar de ellos para su mejor desarrollo y evitar que se encuentren en situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, no debemos de relegar la tarea que como padres nos fue encomendada: educar a nuestros hijos. Ello implica establecer límites, corregir, explicar con amor y firmeza que es bueno y qué es malo, darles a conocer que son merecedores de derechos pero que estos se corresponden con deberes y con los derechos de los demás. De esta importante labor de formación depende no sólo el futuro de cada una de nuestras familias sino del de una sociedad más humana.
Abog. Mgtr. Victoria Rosario Concha Rondón
Coordinadora Académica UCSP
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