El pasado 02 de octubre se celebró el Día Internacional de la No Violencia y el 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental. A pesar de que la proximidad de ambas celebraciones es probablemente casual, la relación entre ambas variables no lo es. Con ello no quiero decir que las personas que perpetran violencia sean inimputables de los actos que realizan. Más bien, mi propósito es mostrar los hallazgos de estudios cuantitativos sobre la relación entre la perpetración de violencia de pareja (VP) y los desajustes psicológicos del agresor para entender mejor el multicausal fenómeno de la violencia de pareja.
Diferentes tipos de muestra pero hallazgos comunes
A pesar de la variedad de ámbitos en los que fueron aplicados distintos estudios: centros penitenciarios, clínicas psiquiátricas, universidades, sitios de internet o como parte de una muestra nacional, hay algunos hallazgos comunes. Uno de estos es que la existencia de un desajuste psicológico es frecuente entre los perpetradores de violencia de pareja, ya que presentan en su mayoría al menos un trastorno de personalidad (Echauri et al., 2011; Askeland y Heir, 2014; Yu et al, 2019) o problemas de consumo de consumo de sustancias (Chérrez-Bermejo y Alás-Brun, 2014), en especial los maltratadores que se encuentran en prisión (Echauri et al., 2011; García-Jiménez et al., 2014). Entre las mujeres agresoras se encontraron también tasas muy elevadas de problemas de salud mental (Shorey et al. 2012) y en las parejas donde existe violencia, se halló un funcionamiento patológico de la personalidad de hombres y mujeres (Madalena et al., 2015).
Sin embargo, el tipo de trastorno de personalidad encontrado en agresores de violencia de pareja no es uniforme en todos los estudios. Unos estudios señalan como trastorno de mayor prevalencia en agresores al Trastorno Obsesivo-Compulsivo seguido del Trastorno Paranoide y del Trastorno Dependiente (Echauri et al., 2011). Otros señalan una mayor prevalencia, en agresores, de desórdenes depresivos y ansiosos (Yu et al, 2019) incluyendo el Trastorno por Estrés Post Traumático (TEPT) (Askeland y Heir, 2014; Hahn et al. 2015) y niveles elevados de trauma. (Thomas et al, 2013; Ruiz-Hernández et al., 2015). Estas y otras investigaciones han encontrado también, entre los agresores, Desorden de Personalidad Antisocial pero en menor proporción (Askeland & Heir, 2014), ya que este es un desorden más frecuente entre delincuentes comunes (Ruiz-Hernández et al., 2015).
En el caso de las mujeres agresoras de pareja, se han encontraron tasas de prevalencia notablemente altas de trastornos de la personalidad del clúster B, el cual incluye trastornos de personalidad histriónico, narcisista, límite y antisocial; así como altos niveles de ira e impulsividad como rasgo – estado (Shorey et al., 2011).
Es necesario tomar en cuenta que los datos indican que los agresores de VP muestran indicios en su historia previa a la agresión, de desajustes psicológicos. Se ha encontrado que estos tuvieron un inicio temprano de desorden de conducta, en especial aquellos que cometieron un mayor nivel de violencia (Sjödin et al., 2018). La mayoría de maltratadores en prisión tenían problemas de consumo de alcohol o sustancias y alrededor de un cuarto de ellos tenían un diagnóstico psiquiátrico previo de trastornos adaptativos, de personalidad y en menor medida de trastornos psicóticos, depresivos endógenos, bipolares y psico-orgánicos. (Chérrez-Bermejo y Alás-Brun, 2014).
¿Existen semejanzas entre hombres y mujeres perpetradores de VP?
Si, en ambos se descubrió una mayor tendencia a presentar personalidad límite (Kamimura, 2016). Los rasgos que más se asociaron a la perpetración de violencia de pareja fueron los de hostilidad, recelo y de comportamiento riesgoso (Munro y Sellbom, 2020). También se halló la presencia prominente de psicopatía asociada a la perpetración de VP en hombres y mujeres tanto en muestras clínicas como no clínicas (Okano et al. 2016).
Además, en perpetradores de ambos sexos, se han encontrado los mismos subtipos de agresores: violentos/antisociales, borderline/disfóricos y violentos solo en familia/de baja psicopatología. Incluso, en el subtipo llamado “violentos/antisociales”, caracterizados por tener un historial de arrestos por crímenes contra la pareja y otras personas, se hallaron tanto el 18% de perpetradores hombres como el 18% de perpetradoras mujeres (Walsh et al., 2010).
De igual manera, entre hombres y mujeres agresores no se encontraron diferencias significativas en la frecuencia de perpetración de VP realizada por ellos mismos o por parte de sus parejas (Plouffe et al, 2020) mostrando también niveles semejantes de perpetración de VP en cuanto a severidad (Spidel et al., 2013; Smith et al., 2015). Es importante señalar también que un gran porcentaje de agresores hombres y mujeres son a la vez víctimas de VP, especialmente entre quienes tienen TEPT, rasgos de personalidad límite (Kamimura et al., 2016) o problemas de consumo de alcohol o sustancias (Kraanen et al., 2014; Wymbs et al., 2017).
Estos hallazgos sugieren la importancia de una buena evaluación psicológica y detección de problemas de consumo para poder elaborar mejores programas de tratamiento a agresores, así como también una mayor consideración, en los programas de prevención de violencia de pareja, del factor psicológico y de la población en riesgo.
Mag. Lila Cerellino Cernades
Asistente del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCSP
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