10 de agosto, 2023
Foto: Ministerio de Educación
Arequipa fue pionera de la teleeducación en el Perú de1966 a 1972. Quienes participamos de esa experiencia con TEPA e INTE aprendimos que la educación a distancia supone procedimientos, metodologías y medios muy diferentes a las clases presenciales. Requiere de un alto nivel de organización, de formalización como sistema alternativo así como de predisposición a la autonomía, autorregulación y autodisciplina. De allí que no puede ser improvisada para tratar de salvar el año académico a toda costa. Este sería un grave error.
La metodología requiere de profesores entrenados y capacitados para que desarrolle una clase y luego el estudiante indague, investigue, comparta y discuta con sus compañeros de grupo por vías virtuales, resuelva problemas para que luego presente su postura sobre un tema. Hoy la tecnología es significativamente distinta pero el principio básico del autoaprendizaje se mantiene, desde la educación básica hasta en el postgrado.
La educación a distancia es factible de aplicar con niños de primaria y secundaria. Prueba de ello los centenares de personas que siguieron sus estudios formales con este sistema en TEPA e INTE. En este caso solo requirió de una radio para emitir los programas “Secundaria Radiofónica” y de un televisor para los alumnos de primaria. Los que carecían de estos medios se reunían en teleclubes organizados por el Ministerio de Educación.
Hoy el desarrollo tecnológico está al alcance de la mayoría, pero hay niños que carecen de celulares, computadoras e Internet. Ellos deberán limitarse a ver por televisión o escuchar clases por radio, posiblemente, sin el acompañamiento de adultos que les ayuden a traducir lo que se supone que deben aprender.
La educación a distancia tiene procedimientos de organización, producción, emisión, y evaluación del aprendizaje muy distintas a las de las clases presenciales. No se trata solamente de garantizar el cumplimiento formal de los días de clases a través de un ineficiente proceso de aprendizaje, con la consecuente pérdida de tiempo y la sensación que la teleducación es un fracaso solo por haber sido mal planteada.
Las circunstancias imprevistas de esta pandemia nos obligan a plantear con rapidez y creatividad y con las opciones de la modernidad, alternativas para paliar la obligada suspensión de clases. Pero hay que considerar oportunidades y, en especial, los riesgos. Está bien que se plantee el reforzar nuestra oferta educativa con la teleeducación. Lo que sería un grave error es que sea poco pensado, mal organizado, poniendo en la responsabilidad de los maestros una carga muy alta.
No podemos pretender que los estudiantes sean autónomos, autodisciplinados o dominen las técnicas del autoaprendizaje y que estén listos para estudiar por su cuenta aquello que se consignó en el currículo, además de las otras necesidades de su hogar en esta cuarentena. Este es un aspecto que debe ser sopesado por la autoridades del Ministerio de Educación, para que en estas circunstancias brinde pautas claras y se abra a las posibilidades a la flexibilidad, iniciativa y creatividad, considerando las reales posibilidades de los profesores, alumnos y padres, para aprovechar este tiempo de confinamiento con el fin de lograr aprendizajes significativos de acuerdo a sus niveles académicos.
Este nuevo reto nos obliga a tomar previsiones. En casa organizar los tiempos, a través de un horario diario fijo para atender la comunicación y coordinación con los profesores, y de parte de los profesores: evitar sobrecargar el trabajo académico. De manera breve dar las consignas de trabajo y brindar la retroalimentación sobre las tareas.
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