29 de julio, 2023
Mientras la sociedad se ha vuelto más interconectada, el uso de internet y redes sociales se ha vuelto indispensable en la rutina diaria. Podríamos afirmar que actualmente la conexión digital es una necesidad vital e imprescindible, sin la cual se dificultan incluso actividades como la educación o el trabajo. La conectividad, por tanto, se ha vuelo esencial en la vida de las personas.
Está claro que esto trae muchos beneficios para nosotros, los jóvenes, especialmente porque toda la información que necesitamos siempre estará a un clic de distancia, pero, existe una serie de peligros y consecuencias relacionadas con el mal uso de esta conectividad. Ya nos lo afirma la licenciada Carolina Lupo: “[…] quienes nos ocupamos de la educación de nuestros jóvenes, debemos estar especialmente atentos y advertir acerca de los riesgos a los que muchos de ellos están expuestos”.[1]
Uno de riesgos más devastadores y comunes es el de la adicción a la pornografía.
“La pornografía consiste en sacar de la intimidad de los protagonistas actos sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave […].[2]
Muchas podrían ser las motivaciones por las cuales un joven se verá enfrascado en este terrible vicio. Lo que muchos no saben es que el consumo de pornografía está vinculado a diversas consecuencias que repercuten especialmente en la forma de ser, de actuar, y de ver a los demás. “La pornografía hace de la intimidad una mentira. Al distorsionar la propia característica humana que promete poner fin al aislamiento, la pornografía lleva al usuario no a la intimidad, sino a un alejamiento aún más profundo. [3] Mientras que el propósito de la sexualidad humana es atraer a dos personas al vínculo del amor que da vida y nutre, la pornografía utiliza el anhelo de comunión con otro para aislar a la persona en una relación ficticia donde no existe un “otro” real. Al mismo tiempo, imposibilita cada vez más la relación con otras personas, ya que la pornografía implanta una visión equivocada de la persona como “objeto de disfrute”, oscureciendo el valor real de su dignidad.
Las consecuencias más importantes del consumo y adicción a la pornografía, de acuerdo con cada nivel: biológico, afectivo y social.[4], son las siguientes:
El prolongado consumo y abuso de esta nueva droga parece inofensiva, pero hay que tomar en consideración que se ha comprobado que produce los mismo efectos químicos en nuestro cerebro que otras drogas como la cocaína o la heroína, por lo que es altamente adictiva, en especial en el cerebro adolescente y necesita de dosis cada vez más frecuentes e intensas.[5]
Hay que tomar en cuenta también que provoca un efecto distorsionador de la realidad, en los jóvenes especialmente: “[…] genera la convicción de que esa es la realidad sexual de la mayoría […], creando sentimientos contradictorios y desestabilizadores.[6] Además de: “distorsionar la sexualidad, desplazando aspectos tan importantes como la afectividad, la comunicación, la vivencia integral de la masculinidad, la feminidad y la relación”.[7]
Poco a poco, la adicción a esta droga puede lograr destruir la comunicación intrafamiliar, los espacios de diálogo y reflexión que son tan importantes para nosotros, afectará nuestros sentimientos y anhelos futuros. Aparte de afectar el rendimiento académico, la pornografía como cualquier otra droga, absorbe completamente el interés de la persona y la vitalidad para emprender sueños y proyectos.
Vivir una vida sin pornografía nos hace personas más libres, nos ayuda a priorizar las relaciones amicales, a enfocarnos en una convivencia sana con los demás. Ya que persona humana es un ser intrínsecamente social, el camino de recuperación de esta nefasta adicción comienza por conseguir ayuda y dialogar con otras personas, en especial con la familia.
André Rodrigo Villegas Gonzales
Estudiante de III Semestre de la Escuela Profesional de Derecho
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