31 de julio, 2023
Foto: New Jersey Hispano.
Estamos en el Bicentenario de nuestra independencia. La pandemia del covid-19 no es el mejor escenario para festejos, desfiles y algarabía propios de estas fechas. No obstante, tampoco puede pasar este aniversario desapercibido. Este marco de tragedia, de luto y de dolor tiene que ser una oportunidad para repensar el Perú que queremos. Un momento para ver con esperanza el futuro que nos corresponde construir. ¡Si queremos embarcarnos en la construcción de un Perú mejor, debemos saber a dónde queremos llegar!, hilvanando el pasado el presente y el futuro.
El pasado nos habla de nuestra identidad, de nuestras bases culturales, de nuestro pasado histórico. Un Perú que no nace en el virreinato sino que se sustenta en bases de una cultura milenaria y propia que tiene que hacernos sentir orgullosos de nuestra sangre inca. Un Perú que en su periodo de mestizaje fue diseñando una cultura con fisonomía distinta y que con creatividad y esperanza fue construyendo una identidad distinta y vigorosa. Ese pasado nuestro tiene que mirarse con mirada reconciliadora si no queremos arrastrar complejos y odios que no ayudan a construir una patria grande unificada y unificadora.
El presente nos habla de los retos que tenemos el deber histórico de asumir. Nos obliga a hacer un balance de lo que avanzamos y lo que nos falta recorrer en el camino de nuestro destino histórico. Es saber situarnos para hacer un análisis crítico y objetivo, sin apasionamientos estériles pero con la clara convicción de que de nuestras decisiones dependen los próximos 200 años de historia.
La Proclama de la Independencia que pronunciara don José de San Martín, nos permite entender el presente de los peruanos 200 años después: “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”. Si queremos que esa proclama histórica, cobre vigencia en estas circunstancias, debemos destacar:
En este año del bicentenario tenemos la tarea ineludible de propiciar el diálogo y generar un consenso de lo que necesitamos cambiar. No permitamos que el dolor y la tristeza que están provocando las circunstancias de la pandemia y las circunstancias de odio y divisiones que el proceso electoral ha ido propiciando, nos impidan reflexionar sobre los viejos ideales de justicia e igualdad, de manera que estemos dispuestos a construir una república en la que todos los peruanos sean representados y, sobre todo, valorados.
La propuesta es clara: trabajar juntos para que, con decisión y coraje, liberemos al Perú e las opresiones del mundo moderno. Mirar con claridad nuestra realidad que clama a gritos un cambio para dejar a nuestros hijos, un Perú más fraterno y reconciliado.
El futuro nos habla de sueños y compromisos y eso es desafiar nuestro sentido de esperanza. Ése es el reto para los próximos doscientos años. Tenemos que reconstruir nuestra consistencia social. Este Bicentenario debe significar el nacimiento de una República renovada y esperanzadora que sepa enfrentarse con coraje y decisión para reconstruir un Perú libre del flagelo de la corrupción, del egoísmo, de la delincuencia. Donde la idea de Bien común, sea la consigna que oriente nuestras decisiones y compromisos políticos. Sólo así podremos gritar con júbilo: ¡VIVA EL PERÚ!
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