«Trabajamos para tener ocio»
Ética a Nicómaco, 10, 7 (1177 b)
Aunque parezca extraño, el principal enemigo de las vacaciones no es el poco tiempo que se nos concede fuera del trabajo o centro de estudios, ni siquiera la falta de solvencia económica para disfrutar ese periodo tan esperado. El principal enemigo de nuestras vacaciones es “una supervaloración del trabajo” o “exceso de positividad”, como describen Josef Pieper y Byung- Chul Han respectivamente. En otras palabras, la razón por la cual no podamos aprovechar las vacaciones es que en realidad no deseamos desconectarnos totalmente del afán productivo. A esto podemos añadir la dificultad generalizada para la concentración y profundización en temas relevantes.
Por ello, siguiendo a Santo Tomás, creemos que para desarrollar el tema que nos convoca, es necesario respetar las esencias de las cosas. Solo así podemos obrar según convenga.
Brevemente explicaremos cómo puede entenderse el tiempo de vacaciones desde el sentido grecorromano de la palabra ocio, lo que nos permitirá aprovecharlas mejor. Así mismo, aplicaremos estas ideas a prácticas concretas y sencillas para tener unas vacaciones.
El ocio: griego y latino
Como refiere Pieper, “ocio se dice en griego σχολή (sjolé); en latín, schola (scola); en castellano, escuela. Así, pues, el nombre con que denominamos los lugares en que se lleva a cabo la educación, e incluso la educación superior, significa en realidad ocio”.1
Esto puede sorprender la primera vez que se escucha, porque parecería todo lo contrario, que uno va a la escuela, justamente, para no estar ocioso. Sin embargo, el ocio al que nos referimos significa no realizar una actividad de trabajo para lograr un beneficio útil. El ocio es en sí mismo un beneficio logrado, ya que es un estado del alma que busca contemplar la verdad.
Por lo tanto, la escuela y –con mayor razón- la universidad, deben ser lugares en donde se promueva el estudio y descubrimiento de la verdad por la verdad misma.
Para aprovechar como nunca estas vacaciones, veremos ahora el uso de la palabra latina “otium” y el valor que los antiguos le daban, sirviéndonos de la frase de Aristóteles: “Estamos no ociosos para tener ocio”. ¿Cómo puede entenderse esto? Significa que los antiguos tenían como objetivo el lograr esos espacios de contemplación de la verdad u “ocio”. El fin para el cual trabajaban era poder estar “ociosos”. El “trabajo” es igual a “no ocio”. Ellos formaban esta palabra con un prefijo negativo: neg-otium. De ahí viene nuestra palabra “negocio”. Como siempre, los antiguos nos dan una gran lección: el trabajo no es el fin, sino la contemplación de la verdad.
Con mucha razón Max Weber recordaba que en el mundo de la sobreproducción y positividad capitalista “no se trabaja para vivir sino que se vive para trabajar”.
Pieper aclara que el ocio no depende únicamente de los hechos externos (como las vacaciones, el fin de semana o un recreo), sino que es una actitud interior del alma para dejar de producir, dejar el trabajo, dejar los “negocios” y volver a lo realmente importante. El ocio es algo contracultural hoy en día2 porque va contra:
1. Las vacaciones: la fiesta y el ocio
Podemos entender el tiempo de vacaciones relacionándolo con el sentido de la fiesta que usa Pieper: “Celebrar una “fiesta” quiere decir vivir de un modo patente, no cotidiano, ratificándola, la aceptación del sentido fundamental del universo y la conformidad con él, la inclusión en él. La fiesta es el origen, íntimo y fundamental, del ocio. Es su carácter festivo lo que hace que el ocio no sea solo carencia de esfuerzo, sino lo contrario del esfuerzo.”
Por eso dice que “el ocio únicamente es posible una vez presupuesto, como hemos dicho, que el hombre no solo concuerde con su propia y verdadera esencia, sino también con el sentido del universo.”
Más adelante aclara: “El que no considere «buena» y «justificada» la verdad en su esencia, no podrá celebrar ninguna fiesta, como tampoco podrá «crear el ocio». Es decir, que el ocio está supeditado a la condición previa de que el hombre esté de acuerdo con el mundo y con su propio ser. Y ahora viene lo que es tan evidente como inevitable: la forma suprema de esta concordancia con el mundo en su totalidad es alabar a Dios, glorificar al creador, practicar un culto. Y con esto se ha nombrado también la última razón del ocio”.
Podemos resumir el pensamiento clásico aplicado a las vacaciones como tiempo de ocio, diciendo que las vacaciones son un tiempo para dejar de trabajar en ocupaciones que tengan un fin meramente productivo. Sino que se deben emplear para que el alma vuelva a lo esencial de su existencia: contemplar la verdad. Así, con minúscula de la filosofía pagana. Pero que nosotros, siguiendo a Santo Tomás y Pieper, decimos que ese tiempo de vacaciones debe destinarse además a contemplar la Verdad con mayúscula cristiana.
Solamente así podremos respetar las esencias de las cosas, su sentido más profundo y darle a cada cosa su valor. Esto nos permitirá vivir las vacaciones con auténtico espíritu de fiesta, “aprovechándolas”, sí, pero en un sentido muy distinto al de la masa consumista.
2. Aplicaciones prácticas para las vacaciones
Lo anterior exige ordenar el uso de pantallas. Aún más si se considera a las redes sociales como el escape común al stress y fuente de satisfacción
(dopamina). Es probable que en vacaciones su uso incremente notablemente si no se limita. Esto podría impactar negativamente, disminuyendo la interacción familiar y limitando el ocio intelectual o reflexión personal (tiempo de lectura, redacción o meditación).
Como regla, nadie -sí, nadie- debería llevar el celular a la mesa. Además, antes de usarlo uno puede preguntarse “¿Realmente es necesario que lo use en este momento?”, “¿Cuánto tiempo lo usaré?”.
Hay que hacer un breve plan de vida para estas vacaciones con respecto a las prácticas religiosas y al ocio intelectual. Si es que uno mismo o la familia no tiene prioridades ordenadas, es fácil dejar de lado las prácticas religiosas con el pretexto de “descansar más”. Por eso, hay que llegar a acuerdos acerca de los horarios de Misa y momentos de oración en familia.
En cuanto al ocio intelectual, hay que animarse uno mismo y animar a los demás a leer – al menos un libro – durante las vacaciones: vidas de santos, temas de actualidad, formación doctrinal, novelas, clásicos, etc. Muchas veces funciona cuando las familias o amigos se ponen de acuerdo para leer todos juntos a la misma hora o luego generan espacios en donde comentan lo que han ido leyendo.
3. Conclusión
El rescatar el valor clásico del “tiempo de ocio” o de contemplación no utilitarista de la verdad, nos ayudará a aprovechar mejor las vacaciones. Es un tiempo privilegiado para volver la mirada a las verdades muy importantes: la verdad acerca de Dios y nosotros, la familia y el fin del trabajo.
Que podamos cumplir en este tiempo de vacaciones lo que dice el salmo 45,11: “Aquietaos [vacate], reconoced que yo soy Dios: más alto que los pueblos, más alto que la tierra”.
Rodrigo Fernández Instituto del Verbo Encarnado
Bibliografía
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