El concepto de persona se encuentra directamente implicado en las cuestiones más importantes del ámbito ético y bioético y es una pieza clave en la fundamentación de la moral. Por ello, es importante analizar el pensamiento de uno de los autores más relevantes de nuestro tiempo, el filósofo australiano Peter Singer.
Peter Singer es un filósofo moral utilitarista, nacido en Melbourne en 1946. Su prolífica actividad académica se ha visto siempre rodeada por la controversia. El australiano, de personalidad “radical y provocativa”[1], cuenta con los más fervientes admiradores como con los más acérrimos detractores.
Uno de los fundamentos sobre los que descansa la propuesta de Singer es el utilitarismo. El principio utilitario fundamental propone que lo que mueve al hombre es la felicidad, identificada con el máximo placer de vivir. De aquí se deduce que la búsqueda del placer y el rechazo del dolor serán el primer principio de la razón práctica para valorar las decisiones y acciones humanas. Así, para Singer, los seres sensibles, al ser capaces de experimentar placer deben ser valorados[2].
El materialismo darwinista es otro de los principios que atraviesan la obra de Singer, quien propone una cierta continuidad entre los seres humanos y los animales. De aquí por ejemplo el famoso “Proyecto Gran Simio” en el que proponía que a gorilas, orangutanes y chimpancés se les considere dentro de la “comunidad de iguales” y se les extienda ciertos derechos fundamentales.
Al analizar la expresión: “la vida es sagrada”, Singer constata que lo que comúnmente se valora es solo la vida humana. Enseguida surge el cuestionamiento: «¿Por qué ha de tener la vida humana un valor especial?»[3]. El esfuerzo por responder a este tipo de preguntas desemboca en una conclusión: «la doctrina de la santidad de la vida humana, tal como habitualmente se le entiende, tiene como núcleo una discriminación que está basada sólo en la especie y en ninguna otra cosa más»[4].
El no tomar en consideración los intereses de seres que no son miembros de nuestra especie debe ser considerado como una forma de discriminación o, como el mismo lo ha denominado, especismo. Cabe mencionar que Singer no propone que deba tratarse a los seres humanos como animales, ni tampoco a los animales como humanos. Se trata más bien de promover una igual consideración en el ámbito moral[5].
El interés de Singer en la simetría de los intereses de hombres y animales, su propuesta de desacralizar la vida humana y su manifiesto en contra del especismo lo llevan a plantear un concepto particular de persona. Para el ético australiano no representa mayor problema definir al ser humano, pues los términos biológicos para ello son bastante claros.
«Es posible dar un significado preciso a “ser humano”. Podemos utilizarlo como equivalente a “miembro de la especie homo sapiens”»[6].
La dificultad empieza cuando se evidencia que no todos los seres humanos son iguales, sino que algunos exhiben una serie de características que usualmente se tienen por indicadores de humanidad. Es así como Singer plantea su concepto de persona: «Propongo utilizar el término “persona” en el sentido de ser racional y consciente de sí mismo»[7].
Singer afirma que muchos seres sensibles y capaces de sufrimiento no son personas, pues no poseen las cualidades que los definirían como tales. En este sentido se puede entender su afirmación de que embriones, fetos, recién nacidos, enfermos en coma o en estados vegetativos persistentes, enfermos mentales, entre otros, compartan la misma categoría con muchos «animales no humanos» y por tanto no personas.
La primera consecuencia del concepto de persona de Singer es la distinción entre persona y ser humano. De acuerdo con esta definición no todos los hombres serían personas, ni siempre, ni en todos los estadios de su vida, algunos todavía no lo serían y otros podrían haber perdido la condición personal.
Este desacoplamiento entre hombre y persona, fruto de un definir a la última en función de cualesquiera cualidades, resulta contrario a la intuición casi constitutiva que nos indica que todo ser humano es persona y que nos invita al reconocimiento de cada hombre como tal. El hacer depender el concepto de persona de la existencia, posesión o ejercicio actual de diversas cualidades, como si el ser persona fuese el resultado de tales propiedades o como si el ser persona fuera una propiedad más atribuible al ser humano – o a otros seres vivos – es una reducción del mismo.
La definición de persona por cualidades conlleva un aspecto adicional: las características definitorias de la persona deben poseerse actualmente. Uno de los argumentos más utilizados contra el actualismo es el de la potencialidad del embrión humano. Se propone así que el embrión es una persona en potencia, por lo que deberían extendérsele los derechos propios de la persona.
A lo anterior subyace un desafortunado error: considerar al embrión como persona en potencia, pues no lo es, sino que es una verdadera persona en una fase determinada de desarrollo. Lo que se encuentra en potencia en este estadio son las facultades, mas no el ser personal. Una correcta comprensión de la potencialidad del embrión evidencia que el sujeto humano, a medida que va adquiriendo nuevas capacidades, incluidas la racionalidad y la autoconsciencia, se va perfeccionando en su ser personal, ser que ya es actualmente.
Si un ser humano debe cumplir con una serie de requisitos para que se le considere persona, no será considerado como tal de no cumplir con ellos. La exclusión de algunos de los miembros de la especie homo sapiens – como los llama el pensador australiano – de la comunidad de las personas, trae consigo la desprotección a la que se ven sometidos. Se afirma que no todos los hombres son titulares de derechos, sino sólo en la medida en que puedan considerarse personas. Así, ni la dignidad ni los derechos de la persona son tenidos como algo inherente al hombre.
En este sentido es interesante volver a revisar la intención de nuestro autor y contrastarla con las consecuencias de sus planteamientos. Singer ha manifestado tanto en sus escritos como en sus discursos que su intención principal no ha sido nunca denigrar o devaluar la posición del hombre tanto como elevar la de los animales[8]. Sin embargo, resulta criticable que en el afán por atribuir un estatuto moral que eleve a los animales, termine por atentar contra la dignidad del hombre. Su postura, en la práctica, termina yendo en contra de su intención original, lo que se evidencia en las consecuencias éticas y bioéticas de su planteamiento, tales como la licitud del aborto, de la eutanasia, de la experimentación médica e incluso del infanticidio.
Ciertamente, a la argumentación limpia ha ido siempre unido un genuino interés por vivir en un mundo mejor en el que se defienda a todo ser capaz de sentir. Esto último, al menos, no puede ser sino reconocido al filósofo de Melbourne. Sin embargo, la reivindicación de un recto interés no resulta suficiente frente a la gravedad de los corolarios. Bajo presupuestos distintos y distinta argumentación podrían conciliarse el legítimo interés de Singer por disminuir el dolor y la necesaria afirmación de la dignidad intrínseca de todo hombre.
Mag. Miriam Berríos Garaycochea Docente a tiempo completo Departamento de Humanidades Universidad Católica San Pablo
Bibliografía
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